El quinto sermónQuinto sermon

Siete sermones a los muertos (Septem Sermones ad Mortuos)  Carl Gustav Jung . El Quinto Sermón Los muertos estaban llenos de desprecio y gritaban: ¡Enséñanos, loco, acerca de la Iglesia y la sagrada comunidad!

El mundo de los dioses se manifiesta en la espiritualidad y la sexualidad. Los dioses celestiales aparecen en la espiritualidad, los terrenales en la sexualidad.

La espiritualidad recibe y abarca. Es femenina, en consecuencia, la llamamos mater coelestis, madre celestial. La sexualidad genera y crea. Es masculina y la llamamos PHALLOS padre terrenal.

La sexualidad del hombre es más terrenal, mientras que la de la mujer es más celestial. La espiritualidad del hombre es más celestial, pues se mueve hacia lo grande. Por otra parte, la espiritualidad de la mujer es más terrenal, pues se mueve hacia lo más pequeño.

Perversa y engañosa es la espiritualidad del hombre que se dirige hacia lo más pequeño; lo mismo sucede con la espiritualidad de la mujer que se dirige hacia lo más grande. Cada cual debe encaminarse hacia su propio lugar. El hombre y la mujer se vuelven perversos uno con el otro cuando no separan sus caminos espirituales, pues la naturaleza de los seres creados siempre tiene el carácter de la diferenciación.

La sexualidad del hombre se dirige a lo terrenal; la de la mujer se dirige a lo espiritual. El hombre y la mujer se vuelven perversos uno con otro si no hacen una discriminación entre sus dos formas de sexualidad. El hombre debe conocer lo que es más pequeño, la mujer lo que es más grande. El hombre debe separarse de la espiritualidad y de la sexualidad. Llamará Madre a la espiritualidad, y la entronará entre el cielo y la tierra.

Llamará Phallos a la sexualidad, y la colocará entre él y la tierra, pues la Madre y el Phallos son demonios sobrehumanos y son manifestaciones del mundo de los dioses. Son más reales para nosotros que los dioses, pues están más cerca de nuestra propia existencia. Cuando no podéis distinguir entre vosotros, por una parte, y la sexualidad y la espiritualidad por otra, y cuando no podéis verlas como existencias por encima y a vuestro lado, entonces os convertís en sus víctimas, es decir, las del Pleroma.

La espiritualidad y la sexualidad no son vuestras cualidades, no son cosas que podáis poseer y abarcar; por el contrario, son demonios poderosos, manifestaciones de los dioses y, en consecuencia, se yerguen por encima de vosotros y existen en si mismas. No poseemos la espiritualidad o la sexualidad por nosotros mismos; más bien estamos sujetos a las leyes de la espiritualidad y la sexualidad. Por lo tanto, nadie escapa de estos dos demonios. Los veréis como demonios, como causas comunes y graves peligros, como los dioses y, sobre todo, como el terrible Abraxas.

El hombre es débil, en consecuencia la comunidad es indispensable; si no es la comunidad en el signo de la Madre, entonces es en el signo del Phallos. No tener comunidad significa sufrimiento y enfermedad. La comunidad trae consigo la fragmentación y la disolución. La diferenciación conduce a la soledad. La soledad es contraria a la comunidad. Gracias a la debilidad de la voluntad del hombre, contrariamente a la de los dioses y demonios y su ley ineludible, existe la necesidad de la comunidad.

Por ello, habrá tanta comunidad como sea necesario, no por el bien de los hombres, sino por el de los dioses. Los dioses os fuerzan dentro de una comunidad. Tanta comunidad como os impongan es necesaria, pero más de ello, es malo. En la comunidad, cada uno estará sometido a otro, para que se mantenga la comunidad, puesto que la necesitáis. En el estado solitario, cada uno será colocado por encima de los demás, para que pueda conocerse y evitar la servidumbre. En la comunidad habrá abstinencia.

Que en la soledad haya derroche de abundancia. Pues la comunidad es la profundidad, mientras que la soledad es la altura. El verdadero orden en la comunidad purifica y conserva. El verdadero orden en la soledad purifica y aumenta. La comunidad nos da calor, mientras que la soledad nos da la luz.

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