La diosa Coatlicue es la Madre de la Vida y de la Muerte
Coatlicue es la serpiente del abismo, Kali, Hécate, la Proserpina infernal, la diosa de la Tierra.
Samael Aun Weor del libro Doctrina secreta de Anahuac.
La diosa Coatlicue es la Madre de la Vida y de la Muerte.
Samael Aun Weor del libro El Matrimonio perfecto.
El que no conoce las leyes de la Madre, no llegará jamás al Padre. La Coatlicue no es otra cosa que la Bendita Madre Diosa Muerte.
Samael Aun Weor del libro Misterios Mayas.
Coatlicue es el tercer aspecto de la Madre Divina. La terrible HÉCATE, PROSERPINA, COATLICUE, reina de los Infiernos y la Muerte; terror de Amor y Ley. Samael Aun Weor del libro Misterio del áureo florecer. En el museo de Antropología e Historia de la ciudad de México existe un monolito de impresionante tetra-significado: en lo alto de éste, por encima del anillo de su cuerpo enroscado, asoma una preciosa y gran serpiente de doble cara que ve hacia adelante y hacia atrás como el Jano de la religión grecorromana; redondos y penetrantes ojos, fauces entreabiertas de las cuales debajo de los cuatro incisivos superiores, curvos, afilados y con las cuatro puntas hacia afuera, cuelgan grandes y bífidas lenguas.
En su pecho cuelgan flácidos senos; Un collar de cuero, adornado con los corazones en medio de cuatro manos que se abren hacia afuera, remata en un cráneo a la altura del ombligo de la deidad y sube hacia sus hombros. Sus brazos están pegados contra el cuerpo con los antebrazos flexionados; debajo de sus manos, que terminan en cabezas de preciosas serpientes de fauces entreabiertas e incisivos superiores como garras, cuelgan rectángulos lisos y geométricamente cúbicos con una línea vertical en el centro de cada una de sus caras, símbolo de la perfección de las obras en sus manos. En sus hombros y codos, garras de tigres y ojos de águilas.
Su corta falda de serpientes, entrelazadas con las cabezas hacia abajo se ajusta en su talle por medio de su ancho cinturón de preciosas serpientes que, al anudarse debajo del cráneo de órbitas llenas y mirada desafiante, cuelgan sus cabezas hacia el frente como los extremos de corbata sin anudarse simbolizando que todo lo que existe en el universo es producto del fuego sexual. El cráneo en el ombligo de la deidad no es el remate de su collar ni el broche del cinturón de su falda sino Coatlicue, la devoradora de hombres y diosa de la tierra y de la muerte, cuyo cuerpo se proyecta al frente entre los muslos, desde el bajo vientre hasta los pies de la deidad.
Muchos corazones y dos colgajos de plumas de quetzal adornan los lados de la enagua que baja hasta sus tobillos y remata en ancho fleco de plumas entrelazadas, adornado con chapetones, del cual cuelgan dieciséis largos cascabeles. Sinuosa y gruesa serpiente asoma las fauces de incisivos superiores como garras entre las cuatro garras de cada uno de los pies de la deidad. Sobre cada uno de sus pies, en bajorrelieves, dos ojos de águila que tratan de ver hacia el infinito.
En la parte baja, en el plano de apoyo de la escultura, en bajo relieves, encontramos a Mictlantecuhtli, con brazos y piernas abiertos en cruz de San Andrés. En la parte posterior, entre los muslos, sale, desde el bajo vientre hacia abajo, el fuego creador universal. En su ombligo se abre la boca del abismo.
En sus hombros, el collar tiene dos corazones en medio de cuatro manos que se abren suplicantes hacia lo alto; en medio de las manos, sobre la columna vertebral, sus puntas rematan en nudo marinero adornadas con cuatro chapetones. El cráneo, que por la espalda pero a la altura del omóplato parece abrochar el cinturón de su falda de serpientes, simboliza a Tonantzin, madre de los dioses, oculta en la parte posterior de la falda de Coatlicue, olvidada por los hombres de esta generación. Su figura sobresale en la parte posterior de la deidad.
Viste túnica acordonada que baja hasta sus pies, remata en una sola y enorme garra y termina en siete bolas alargadas, emblema de perfección, de sacrificio; de su collar, donde la tiroides, cuelgan dos grandes lenguas de pedernal; sobre la túnica, pectoral acordonado que remata en seis borlas, emblema de creación; al frente, debajo del pectoral, a la altura del bajo vientre, encontramos un colgajo de finísimas saetas del cual cuelgan dos grandes lenguas de pedernal que, en conjunto, simbolizan al fuego universal de la creación.
De la preciosa serpiente que remata el conjunto del monolito emana un sentimiento de maternidad y su cabeza de doble cara es el emblema de la pareja divina. La parte posterior, de los hombros a los pies, simboliza a Tonantzin, la madre de los dioses su pecho de flácidos senos, adornado con collar de manos y corazones, simboliza a Coatlicue la sombra de Tonantzin. Tonantzin es vida, Coatlicue es muerte. Los hijos de Tonantzin son hijos del Espíritu Santo y de la castidad; los hijos de Coatlicue son hijos de la fornicación y del adulterio.
Samael Aun Weor del libro Magia Crística Azteca
Tenemos que decir en forma enfática, que la Bendita Diosa Madre Muerte tiene una profunda significación. Decía y dice, nuestro presidente José López Portillo que a la fecundación le prosigue siempre a través del tiempo la caducación. Y eso es cierto y de toda verdad. Las gentes tiene miedo a la muerte; pues deberían tenerle también miedo al nacimiento, puesto que nacer y morir son dos fenómenos de una misma cosa. Resulta incongruente que le temamos a la muerte y no le tengamos miedo al nacimiento.
La Diosa Madre Muerte con su corona de cráneos en la cabeza, es de profunda significación. Sin embargo, esto de la profunda significación tampoco se entiende. Dice López Portillo, y con justa razón, que si comentamos un poco de frases o palabras llenas de honda significación, construiremos, naturalmente, algo que la mente no podrá entender a través del razonamiento subjetivo, y en eso estoy de acuerdo con nuestro ciudadano presidente; esa es la verdad.
La vida tiene grandes significaciones que la gente no entiende. La muerte, por ejemplo, tiene una honda significación. Ver el cuerpo muerto de un ser querido dentro de un féretro, no es haber entendido el fenómeno de la muerte. Si uno logra comprender el fenómeno de la muerte descubre el origen de la vida, porque la muerte y la vida están íntimamente relacionadas. La muerte y la concepción se encuentran, se hallan asociadas.
Así que, en realidad de verdad, quien comprenda el Misterio de la Muerte, comprende el Misterio de la Concepción; eso es obvio. La Bendita Diosa Madre Muerte, en el fondo no es sino, una variante de nuestro propio Ser, pero derivada. Quiere decir que a la Diosa Madre Muerte no hay que buscarla fuera de sí mismos, sino dentro de sí mismos. Esto lo sabían, perfectamente, las civilizaciones antiguas; nunca lo ignoraron los habitantes de esta ciudad sagrada, los Totonacas; tampoco lo ignoraron los Huaxtecos y los Olmecas; esta es una civilización portentosa...
Quien en verdad tenga el valor de Autoexplorarse psicológicamente, descubrirá dentro de sí mismo, en las distintas partes de su Ser, eso que se llama La Diosa Madre Muerte. ¿Que se le rendían culto a los muertos? Sí, es verdad. Y también se le rendía culto a los muertos en la China antigua antes de que Mao Tse-Tung surgiera al poder. Sin embargo, muy secretamente, aunque al régimen de Pekín no le guste se sigue rindiendo culto a los muertos en algunas latitudes de la China.
Antiguamente, todas las civilizaciones, ya sea la de Egipto, ya sea ésta, la de los Totonacas, o cualquier otra, rindió culto a la muerte y a los muertos. ¡La muerte es la corona de todos! Se entiende por muerte dejar el cuerpo físico. Esto no es más que un traje, una vestidura pasajera que hay que eliminar, que es perecedera y que nos causa mucho dolor.
Nosotros no somos el cuerpo; el cuerpo no es sino el vehículo del Ser. Lo que nos interesa a nosotros es el Ser. Y “el Ser es el Ser y la razón de ser del Ser es el mismo Ser”. Los Gringos dicen: “The Being is the Being, and the reason for the Being to be is by himself”... “El Ser es el Ser y la razón de ser del Ser es el mismo Ser”. El Ser es inmortal no ha tenido un principio, no tiene fin. ¿Qué importa que se destruya el cuerpo? Nada. El Ser continúa. ¿Quienes niegan eso? Las gentes degeneradas de este Siglo XX, porque los Hombres cultos, los Hombres que no se han degenerado, jamás negarían esas tremenda realidades.
Así, mis queridos amigos, no le teman nunca a la muerte. No se asombren porque en los pueblos antiguos se le rendían culto a la muerte. Vale la pena que nosotros “estudiemos los Misterios de la Vida y de la Muerte mientras llega el oficiante”. Vale la pena que nosotros conozcamos algo sobre la muerte. En realidad de verdad, en los instantes en que se acerca la muerte somos asistidos, somos sacados del cuerpo físico y penetramos en los Mundos Superiores, en las Dimensiones Superiores de la Naturaleza y del Cosmos.
Decían los Nahuas que aquellos que eran perversos en la vida, penetraban incuestionablemente en el MICTLAN, es decir, en los Mundos Infiernos bajo la epidermis de la Tierra, entraríamos en las Infradimensiones de la Naturaleza. Y que aquellos que más o menos llevaban una vida sana, penetraban en el TLALOCAN. Sin embargo, hay algunos que ni entraban en el Mictlán ni entraban en el Tlalocan, se quedaban en el umbral. Entender esto es muy importante.
También es cierto y de toda verdad que todo retorna, que todo regresa, que todo se reincorpora: Los planetas regresan al punto de partida después de algunos años; los átomos regresan también al punto de partida original. Así también nosotros regresamos, volvemos, nos reincorporamos para una nueva existencia. Hay gentes que lo recuerdan, hay gentes que saben que existieron en el remoto pasado, que lo entienden. La mayor parte no saben de estas cosas y se ríen, pero, el que ríe de lo que desconoce, está en el camino de ser idiota.
Bueno, mis amigos, vamos a continuar por toda esta ciudad sagrada. Como les digo, están invitados a que nos acompañen. Hasta aquí mis palabras.
Samael Aun Weor Secretos arqueológicos de Cempoala Veracruz México
Encuentro en Cempoala Veracruz México de A.G.E.A.C.A.C.
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