Iglesia gnostica 1Encuentro con mi Guru

Jadeante, cansado, después de haber peleado muchas veces contra la tiranía del Príncipe de las Potestades del aire, que es el espíritu que ahora reina sobre los hijos de la infidelidad, me metí dentro de la "Iglesia Gnóstica".

Templo de mármol luminoso, que más bien pareciera de cristal por sus raras transparencias. Lentamente avancé caminando muy despacio y en actitud reverente dentro del lugar santo.

Empero algo me sorprende, veo cierto personaje que atravesándose en mi camino me cierra el paso. ¿Otra batalla? Me preparo para la defensa, pero el personaje sonríe dulcemente y exclama con voz de paraíso: "¡A mí tú no me asustas, te conozco muy bien!"

!Ah!... le reconozco al fin... es mi Gurú Adolfo a quien siempre he llamado con el diminutivo "Adolfito" ¡Válgame Dios y Santa María! Pero... ¿qué es lo que yo estaba haciendo? ¡Perdóname, maestro, no te había reconocido!...

Mi gurú me conduce de la mano hasta el interior de la Iglesia Gnóstica... El Mahatma toma asiento y después me invita a sentarme a su lado; imposible declinar tan espléndida invitación.

El diálogo que vino luego entre maestro y discípulo fue ciertamente extraordinario. "Aquí en la Iglesia Gnóstica dijo solemnemente el Hierofante, sólo podéis estar casado con una sola mujer, con dos no" Tú en un pasado le disteis vanas esperanzas a cierta dama XX, quien por esa causa y a pesar del tiempo y la distancia todavía continúa esperándote".

"Obviamente, en forma inconsciente le estáis haciendo un gran mal, pues ella, aguardándote, vive en una ciudad dentro de la más completa miseria. Esa dama bien podría regresar al seno de su familia en el campo, así claro que sus problemas económicos quedarían resueltos".

Atónito, perplejo al escuchar tales palabras, abracé a mi gurú agradeciéndole infinitamente sus consejos. Maestro le dije ¿qué me podría usted decir ahora sobre mi esposa Litelantes?

Ella sí te sirve para la magia sexual Sahaya maithuna, con esa Dama Adepto podéis trabajar en la Novena Esfera (el sexo). ¡Oh Gurú, yo lo que anhelo con ansias infinitas es el despertar del Kundalini y la unión con el Íntimo. Cueste lo que cueste...

¡Pero qué habéis dicho!, ¡Oh discípulo! ¿Cueste lo que este? Sí, maestro, eso he dicho. Esta noche aquí se le ha pagado a uno y luego se le ha confiado la tarea de ayudarte a despertar el Kundalini.  Habéis pasado la prueba de "Direne" exclamó el Hierofante y luego poniendo en mi cabeza un turbante de inmaculada blancura con un botón de oro en la frente, dijo: Vamos al altar.

Levantándome presto, avancé con mi Santo Gurú hasta el Ara Santa. Todavía recuerdo aquel instante solemne en que arrodillado ante el ara sacra, hube de prestar solemne juramento. ¡Cueste lo que cueste!", clamó mi maestro con gran voz, y esta frase vibrando intensamente se retiró luego de esfera en esfera...

Cubrí mi plexo solar con la palma de la mano izquierda y extendí la diestra sobre el "Santo Grial" diciendo ¡Lo juro! ¡Terrible juramento!

Muy de mañana escribí a la noble dama sufriente que en la ciudad remota me aguardaba. Le aconsejé con infinita dulzura que regresase a la tierra de sus mayores y se olvidase de mi insignificante persona que nada vale.

Doctrina de Samael Aun Weor

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