Las impresiones

La transformación de las impresionesTransformacion impresiones. Nuestro tema de hoy está relacionado con la cuestión de la transformación de uno mismo.

En nuestras pasadas pláticas, mucho dijimos sobre la importancia que tiene la vida en sí misma; dijimos, también, que un hombre es lo que es su vida y que ésta es como una película que al desencarnar nos la llevamos para revivirla (en forma retrospectiva) en el Mundo Astral, y que al retornar, la traemos para proyectarla otra vez sobre el tapete del mundo físico.

Es claro que la Ley de Recurrencia existe y que todos los acontecimientos se repiten, que todo vuelve realmente a ocurrir tal como sucedió, más las consecuencias buenas y malas; eso es obvio.

Ahora bien, lo importante es conseguir la transformación de la vida, y ésto es posible si uno se lo propone, profundamente... "Transformación" significa que una cosa cambia en otra cosa diferente. Es lógico que todo está sometido a cambios.

Existen transformaciones muy conocidas de la materia; nadie podría negar, por ejemplo, que el azúcar se transforma en alcohol, y que el alcohol (a su vez) se convierte en vinagre por la acción de los fermentos (esta es la transformación de una substancia molecular en otra substancia molecular). Uno sabe, por la nueva Química de los átomos y elementos, que el Radio, por ejemplo, se transforma lentamente en Plomo.

Los Alquimistas de la Edad Media hablaban de la "transmutación del plomo en oro". Sin embargo, no siempre aludían a la cuestión metálica, meramente física. Normalmente querían indicar, con tales palabras, la transmutación del "plomo" (éste de la Personalidad) en el "oro del Espíritu". Así, pues, conviene que reflexionemos en todas estas cosas.

En los Evangelios, la idea del "hombre terrenal" (comparado éste a una semilla capaz de crecimiento), tiene la misma significación, como la tiene también la idea del Re-Nacimiento, de un hombre que "nace otra vez". Sin embargo, es obvio que si el grano no muere, la planta no nace; en toda transformación existe muerte y nacimiento, o muerte y resurrección. Ya uno sabe que en la Gnosis, consideramos al hombre como una fábrica de tres pisos que absorbe, normalmente, tres alimentos.

El alimento común, normalmente le corresponde al piso inferior de la fábrica (a la cuestión ésta del estómago); el aire, naturalmente, está en el segundo piso, pues se haya relacionado con los pulmones, y las impresiones, indubitablemente están íntimamente asociadas al cerebro, o tercer piso (esto es cuestión de observación, ¿verdad, hermanos?).

El alimento que comemos, sufre sucesivas transformaciones (ésto es incuestionable). El proceso de la vida en sí misma, por sí misma, es la transformación. Cada criatura del Universo, mis estimables hermanos, vive mediante la transformación de una substancia en otra. Un vegetal, por ejemplo, transforma el aire, el agua y las sales de la tierra, en nuevas substancias vitales, en elementos útiles para nosotros, como son (por ejemplo) las nueces, las frutas, las papas, o los limones, las judías, los guisantes, etc. Así, pues, todo es transformación.

Por la acción de la luz solar, obtenemos los variados fermentos de la Naturaleza. Es incuestionable que la sensible película de vida, que normalmente se extiende sobre la faz de la Tierra, conduce toda la Fuerza Universal hacia el interior mismo del mundo planetario en que vivimos. Pero cada planta, cada insecto, cada criatura (el mismo "animal intelectual" equivocadamente llamado hombre), absorbe, asimila determinadas fuerzas cósmicas y luego las transforma y retransmite (inconscientemente) a las capas interiores del organismo planetario. Tales fuerzas, transformadas, se hayan íntimamente relacionadas con la economía de este organismo planetario en que vivimos.

Cada criatura, según su especie, transforma determinadas fuerzas que luego retransmite al interior de la Tierra, para la economía del mundo. También las demás criaturas, las distintas especies (las plantas, etc.), cumplen la misma función.

Sí, en todo existe transformación. Así, pues, la epidermis de la Tierra es un órgano de transformación...Cuando comemos el alimento, tan necesario para nuestra subsistencia, éste es transformado (claro está, etapa tras etapa) en todos esos elementos vitales, tan indispensables para nuestra misma existencia. ¿Quién realiza, dentro de nosotros, ese proceso de transformación de las substancias? El centro Instintivo ¡Cuán sabio es tal centro! ¡Realmente, nos asombramos de la sabiduría de dicho centro!

La digestión en sí misma, mis estimables hermanos, es transformación. Todos pueden ver que el alimento tomado por el estómago (es decir, la parte inferior de esta fábrica de tres pisos, que es el organismo humano) se transforma. Si un alimento, por ejemplo, pasara por el estómago y no se transforma, el organismo no podría asimilar sus principios (sus vitaminas, sus proteínas); eso sería, sencillamente, una indigestión.

Así, pues, conforme nosotros vamos reflexionando en esta cuestión, llegamos a comprender la necesidad de pasar por una transformación. Claro está que los alimentos físicos se transforman; más hay algo que nos invita mucho a la reflexión: no existe una transformación (por ejemplo) adecuada de las impresiones.

Para el propósito de la Naturaleza, propiamente dicha, no hay necesidad alguna de que el animal intelectual equivocadamente llamado hombre, transforme realmente las impresiones. Pero un hombre puede transformar sus impresiones, por sí mismo, si posee (naturalmente) el conocimiento de fondo, esotérico, y comprende el por qué de esa necesidad (¡resultaría magnífico transformar las impresiones!).

La mayoría de las gentes, en el terreno de la vida práctica, creen que este mundo físico les va a dar, exactamente, lo que anhelan y buscan, y he ahí, mis estimables hermanos, una tremenda equivocación. La vida, en sí misma, entra en nosotros, en nuestro organismo, en forma de meras impresiones.

Lo primero que realmente debemos comprender, es el significado de este trabajo esotérico, relacionado íntimamente con la cuestión de las impresiones. ¿Qué necesitamos transformar la vida? ¡Es verdad! Y uno no podría realmente transformar su vida, si no transforma las impresiones que le llegan a la mente. Es urgente, pues, que los que escuchen esta cátedra, reflexionen en lo que aquí estamos diciendo...

No existe, realmente, tal cosa como la "vida externa" (y vean ustedes  que estamos hablando de algo muy revolucionario, pues todo el mundo cree que lo físico es lo real; pero si vamos un poquito más al fondo, lo que realmente estamos recibiendo, a cada instante, a cada momento, son meramente impresiones). Vemos a una persona que nos agrade o que nos desagrade, y lo primero que obtenemos son impresiones de esa naturaleza, ¿verdad? Esto no lo podemos negar.

La vida es, dijéramos, una sucesión de impresiones (y no como creen muchos "ignorantes ilustrados": una cosa sólida, física, de tipo exclusivamente material); la realidad de la vida son sus impresiones. Claro está que la idea que estamos emitiendo a través de esta grabación, resulta ciertamente muy difícil de capturar, de aprehender; constituye un trabajo punto de intersección. Es posible que ustedes, que me están escuchando, tengan la certeza de que la vida que tienen existe como tal, y no como sus impresiones. Están tan sugestionados ustedes por el mundo físico, que obviamente así piensan.

La persona que vemos sentada, por ejemplo, en una silla (allá, con tal o cual traje de color), aquel que nos sonríe más allá, aquel que va tan serio, etc., es para nosotros cosa real, ¿verdad? pero si meditamos (profundamente) en todo lo que vemos, llegamos a la conclusión de que lo real son las impresiones. Estas como ya dije, llegan a la mente, a través (claro está) de las ventanas de los cinco sentidos. Si no tuviéramos, por ejemplo, ojos para ver, ni oídos para oír, ni tacto para tocar, ni olfato para oler, o ni siquiera gusto para gustar los alimentos que entran en nuestro organismo, ¿existiría acaso, para nosotros, esto que se llama "mundo físico"? Claro que no, absolutamente que no!

Así pues, la vida nos llega en forma de impresiones, y es ahí, precisamente ahí, donde existe la posibilidad de trabajar sobre nosotros mismos. Ante todo (si eso queremos hacer), pues hay que comprender el trabajo que debemos hacer. Si no hiciéramos ese trabajo en forma correcta, ¿cómo podríamos lograr una transformación psicológica, en sí mismos? Es obvio que el trabajo que vamos a realizar sobre sí mismos, debe ser sobre las impresiones que estamos recibiendo a cada instante, a cada momento. Y a menos que lo aprehenda, o capture, etc., nunca nadie comprendería el significado de lo que en el trabajo es llamado el "Primer Choque Consciente".

El "Choque" se relaciona con esas impresiones que son todo cuanto conocemos del mundo exterior, que estamos recibiendo, que tomamos como si fueran las verdaderas cosas, las verdaderas personas. Necesitamos, pues, transformar nuestra vida, y ésta es interna. Al querer transformar, pues, estos aspectos psicológicos de nuestra vida, obviamente necesitamos trabajar sobre las impresiones (que entran en nosotros, claro está)...

¿Por qué llamamos nosotros  al trabajo sobre la transformación de las impresiones, el Primer Choque Consciente? Por un motivo, mis queridos hermanos gnósticos, por un sólo motivo: porque, sencillamente, es algo que en modo alguno podríamos efectuar en forma meramente mecánica. Esto no sucede jamás mecánicamente, se necesita de un esfuerzo autoconsciente.

Es claro que un aspirante gnóstico que comience a comprender esta clase de trabajo, obviamente (por tal motivo) comienza también a dejar de ser un hombre mecánico que sirve, exclusivamente, a los intereses de la Naturaleza; una criatura absolutamente dormida, que sencillamente no es más que una "empleada" de la Naturaleza, para los fines económicos de la misma, los cuales no sirven, en modo alguno, a los intereses de nuestra propia AutoRealización Intima.

Si ustedes comienzan ahora a comprender el significado de todo cuanto en este "cassette" estamos enseñando; si piensan ahora el significado de todo cuanto se les enseña a hacer, por la vía (dijéramos) del esfuerzo propio (empezando con la observación de sí mismos), verán sin duda, mis queridos hermanos gnósticos, que en el lado práctico del trabajo esotérico, todo se relaciona con la transformación de las impresiones y lo que resulta (naturalmente) de las mismas.

El trabajo, por ejemplo, sobre las emociones negativas, sobre los estados de ánimo enojosos, sobre la cuestión ésta de la Identificación, sobre la autoconsideración, sobre los "yoes sucesivos", sobre la autojustificación, sobre la disculpa y sobre los estados inconscientes en que nos encontramos, se relaciona (en todo) con la transformación de las impresiones y lo que resulta de ello. Así convendrá, mis queridos hermanos gnósticos, que en cierto modo el trabajo sobre sí mismos se compare a la disección, en el sentido de que es una transformación.

Quiero que ustedes reflexionen profundamente en esto, que comprendan, pues, lo que es el Primer Choque Consciente. Es preciso formar un instrumento de cambio en el lugar de entrada de las impresiones (¡no lo olviden!).

Si mediante la compresión del trabajo ustedes pueden aceptar la vida como trabajo (realmente esotérico), entonces estarán en un estado constante de Recuerdo de si mismos. Este estado de Consciencia de Si mismos, los llevará a ustedes (naturalmente) al terreno viviente de la transformación de las impresiones, y así normalmente (o supranormalmente, mejor dijéramos), al de una vida distinta, en lo que a ustedes naturalmente respecta.

Es decir, que ya la vida no obrará más sobre todos ustedes, mis queridos, como lo hacía antes; comenzarán ustedes a pensar y a comprender de una manera nueva, y éste es el comienzo, naturalmente, de su propia transformación. Porque mientras ustedes sigan pensando de la misma manera, tomando la vida de la misma manera, es claro que no habrá ningún cambio en ustedes. Transformar las impresiones de la vida, es transformarse uno mismo, mis queridos hermanos gnósticos, y sólo una manera de pensar enteramente nueva, puede efectuarlo. Todo este trabajo, pues, se dirige hacia una forma radical de transformación. Si uno no se transforma, nada logra.

Comprenderán ustedes que la vida nos exige (continuamente) reaccionar. Todas esas reacciones forman nuestra vida, nuestra vida personal. Cambiar la vida de uno, no es cambiar las circunstancias meramente externas, es cambiar realmente las propias reacciones. Pero si no vemos que la vida exterior nos llega como meras impresiones que nos obligan incesantemente a reaccionar (en una forma, dijéramos, más o menos estereotipada), no veremos dónde empieza el punto que realmente posibilite el cambio, y dónde es posible trabajar. Las reacciones, que forman nuestra vida personal, son casi todas de tipo negativo.

Entonces, también nuestra vida será negativa, no será más que una serie sucesiva de reacciones negativas, que se dan como respuesta incesante a las impresiones que llegan a la mente. Luego nuestra tarea consiste en transformar las impresiones de la vida, de modo que no provoquen ese tipo de reacciones negativas a que estamos tan acostumbrados. Pero, para lograrlo, es necesario estarnos AutoObservandonos de instante en instante, de momento en momento. Así las impresiones no llegan de un modo mecánico; eso equivale a empezar a vivir más consciente mente.

Un individuo puede permitir, darse el lujo de que las impresiones le lleguen  mecánicamente, pero si uno no comete semejante error, si transforma sus impresiones, entonces comienza a vivir conscientemente. Por eso se dice que este es el Primer Choque Consciente. El Primer Choque Consciente radica, precisamente, en la transformación de las impresiones que llegan a la mente.

Si uno consigue transformar las impresiones que llegan a la mente, en el momento mismo de su entrada, siempre se puede trabajar en el resultado de las mismas. Claro está que, al transformarlas, evitamos que produzcan sus efectos mecánicos, que siempre suelen ser desastrosos en el interior de nuestra psiquis.

Esto exige un sentimiento definido, una vibración definida del trabajo, una valoración de la Enseñanza, lo que significa que este trabajo esotérico debe ser llevado hasta el punto, por así decirlo, donde entran las impresiones, y desde donde son distribuidas (mecánicamente) a su lugar acostumbrado (por la Personalidad), para evocar las antiguas reacciones.

Quiero que ustedes vayan entendiendo un poquito más. Voy a tratar, dijéramos, de simplificar, a fin de que ustedes puedan entender. Pondré un ejemplo: si arrojamos una piedra a un lago cristalino, en el lago vemos que se producen impresiones, y es la respuesta a las impresiones dadas por la piedra (son las reacciones). Estas se manifiestan en ondas que van desde el centro hasta la periferia, ¿verdad? Bueno, ahora lleven ustedes, mis queridos hermanos gnósticos, este ejemplo a la mente. Imagínensela, por un momento, como un lago. De pronto, aparece la imagen de una persona.

Esa imagen, dijéramos, es como lo piedra de nuestro ejemplo: llega al lago de la mente, y entonces la mente reacciona (las impresiones son las que producen la imagen que llega a la mente; las reacciones son las respuestas a tales impresiones).

Si ustedes tiran una pelota contra un muro, el muro recibe la impresión y viene la reacción, que consiste en que (inconscientemente) regresa la pelota a quien la mandó. Bueno, puede que no le llegue directamente, pero de todas maneras rebota la pelota y eso es reacción, ¿verdad?. 

Bien, hay impresiones que no son muy agradables. Por ejemplo, las palabras de un insultador no son, por cierto, bastante buenas que se diga, ¿no?. Claro que podríamos dijera, transformar esas palabras del insultador. Pero si las palabras son como son, ¿entonces qué podríamos hacer? ¿Transformar las impresiones que tales palabras nos producen? Sí, eso es posible, y la Enseñanza Gnóstica nos enseña a cristalizar la Segunda Fuerza (es decir, al Cristo en nosotros), mediante un postulado que dice: "Hay que recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes".

He ahí, pues, el modo de transformar las impresiones que producen, en nosotros, las palabras de un insultador: recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes. Este postulado nos llevará, naturalmente, a la cristalización de la Segunda Fuerza (es decir, al Cristo en nosotros), hará que el Cristo venga a tomar forma en nosotros. Es un postulado sublime, esotérico en un ciento por ciento...

Ahora bien, si del mundo físico no conocemos sino las impresiones, entonces (propiamente) el mundo físico no es tan externo como creen las gentes. Con justa razón dijo Don Enmanuel Kant: "Lo exterior es lo interior". Así, pues si lo interior es lo que cuenta, pues debemos transformar lo interior (las impresiones son interiores).

Así, pues, todos los objetos, las cosas, todo lo que vemos, existe en nuestro interior en forma de impresiones. Si, por ejemplo, nosotros no transformamos las impresiones, nada cambia en nosotros. La lujuria, la codicia, el odio, el orgullo, etc., existen en forma de impresiones (dentro de nuestra psiquis) y vibran incesantemente. El resultado mecánico de tales impresiones, han sido todos esos "elementos inhumanos" que llevamos dentro, y que normalmente les hemos llamado "yoes" (los "yoes", que en su conjunto constituyen el "mi mismo", el "si mismo", ¿verdad?).

Supongamos que un individuo, por ejemplo, ve a una mujer provocativa y no transforma sus impresiones. El resultado será que las mismas (de tipo naturalmente lujurioso), exigen en él, pues, un deseo de poseerla. Tal deseo viene a ser el resultado mecánico de la impresión recibida, y se plasma, viene a cristalizar, a tomar una forma en nuestra psiquis, se convierte en un "agregado" más, es decir, en un elemento inhumano, en un nuevo "yo" de tipo lujurioso que viene a agregarse a la suma (existente ya) de elementos inhumanos que, en su totalidad, constituyen el Ego, el "mi mismo", el "si mismo". Pero vamos a seguir reflexionando...

En nosotros existe ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza y gula. Ira, ¿por qué? Por que muchas impresiones llegaron a nosotros, a nuestro interior, y nunca las transformamos. El resultado mecánico de tales impresiones, pues fue la ira, fueron los "yoes" que aún existen, viven en nuestra psiquis, y que constantemente, pues, nos hacen sentir coraje.

Codicia. Indubitablemente, muchas cosas despertaron en nosotros la codicia: el dinero, las joyas, las cosas materiales de todo tipo, etc. Esos objetos llegaron a nosotros en forma de impresiones. Nosotros cometimos el error de no haber transformado esas impresiones, por ejemplo en otra cosa diferente: en una admiración por la belleza, o en altruismo, o en alegría por el dueño de tales o cuales cosas, en fin... ¿Y qué? Pues que tales impresiones no transformadas, naturalmente se convirtieron en "yoes" de codicia que ahora cargamos en nuestro interior.

En cuanto a la lujuria, ya dije que distintas formas de lujuria llegaron a nosotros en forma de impresiones, y surgieron (en el interior de nuestra mente) imágenes, dijéramos, de tipo erótico, cuya reacción fue la lujuria. Como quiera que nosotros no transformamos entonces esas ondas lujuriosas, esas vibraciones lujuriosas, esas impresiones, ese sentir lujurioso, ese erotismo malsano, no bien entendido (porque bien entendido, ya dije que el erotismo es sano), naturalmente que el resultado no se hizo esperar: fue completamente mecánico, nacieron nuevos "yoes" dentro de nuestra psiquis (de tipo, claro está, morboso).

Así, pues, hoy en día nos toca trabajar sobre las impresiones que tenemos en nuestro interior y sobre sus resultados mecánicos. Dentro, tenemos impresiones de ira, de lujuria, de envidia, de orgullo, de pereza, de gula, etc., etc., (y "otras tantas hierbas"). También tenemos, dentro, los resultados mecánicos de tales impresiones: manojos de "yoes" pendencieros y gritones que ahora necesitamos comprender y eliminar. Todo el trabajo sobre nuestra vida, versa pues en saber transformar las impresiones y también en saber eliminar, dijéramos, los resultados mecánicos de las impresiones no transformadas en el pasado...

El mundo exterior, propiamente no existe; lo que existe es lo interno. Las impresiones son interiores, y las reacciones (con tales impresiones) son de tipo completamente interior. ¿Quién podría decir que está viendo a un árbol en sí mismo? No, estará viendo la imagen del árbol, pero no al árbol. La "cosa en sí", como decía Don Enmanuel Kant, nadie la ve; se ve la imagen de la cosa, es decir, surgen en nosotros las impresiones sobre un árbol, sobre una cosa.

Estas son internas, son de adentro, son de la mente. Si uno, por ejemplo, no hace una modificación de sus propias impresiones internas, el resultado mecánico no se deja esperar: es el nacimientos de nuevos yoes que vienen a esclavizar, aún más, a nuestra Esencia, a nuestra Conciencia; que vienen a intensificar el sueño en que vivimos. Cuando uno comprende que, realmente, todo lo que existe dentro de uno mismo (con relación al mundo físico), no son más que impresiones, comprende también la necesidad de transformar esas impresiones, y al hacerlo, se produce una transformación total de uno mismo.

No hay cosa que más duela, por ejemplo, que la calumnia, o las palabras de un insultador; pero si uno es capaz de transformar las impresiones que le producen a uno tales palabras, esas quedan entonces como un cheque sin fondo. Ciertamente, las palabras de un insultador no tienen más valor que el que les de el insultado. Si el insultado no le da valor a tales palabras, las mismas quedan sin valor (repito, aunque me haga cansón: quedan como un cheque sin fondo).

Cuando uno comprende esto, transforma entonces las impresiones de tales palabras, por ejemplo en algo distinto: en amor, en compasión por el insultador, y eso (naturalmente) significa transformación...

Así, pues, necesitamos estar transformando (incesantemente) las impresiones, no sólo las presentes, sino las pasadas. Dentro de nosotros existen muchas impresiones (que cometimos el error, en el pasado, de no haber transformado) y muchos resultados mecánicos de las mismas, que son los tales "yoes" que ahora hay que desintegrar, aniquilar, a fin de que la Conciencia quede libre y despierta.

Quiero que ustedes reflexionen (profundamente) en lo que estoy diciendo: las cosas, las personas, no son más que impresiones dentro de ustedes, dentro de su mente. Si transforman esas impresiones, se transforma la vida de ustedes. Cuando hay (por ejemplo) orgullo, eso tiene por basamento la ignorancia. ¿De qué puede sentirse orgullosa, por ejemplo, una persona? ¿De su posición social, de su dinero, de qué?

Pero si esa persona, por ejemplo, piensa que su posición social es una cuestión meramente mental, es una serie de impresiones que han llegado a su mente (impresiones sobre su estado social, o su dinero); cuando piensa que tal estado no es más que una cuestión mental, o cuando analiza, pues, la cuestión del dinero y se da cuenta que eso sólo existe (en la mente) en forma de impresiones (las impresiones que produce el dinero, claro está); si analiza esto a fondo, si comprende (realmente) que el dinero y la posición social (y demás) no son más que impresiones internas de la mente, por el sólo hecho de comprender que sólo son impresiones de la mente, hay transformación de las mismas; entonces el orgullo por sí mismo cae, se desploma, y nace en una forma muy natural, en nosotros, la humildad.

Continuando así con estos procesos de transformación de las impresiones, diré algo más. Por ejemplo: una imagen de una mujer lujuriosa llega a la mente, o surge en la mente. Tal imagen es una impresión, obviamente. Nosotros podríamos transformar esa impresión lujuriosa, mediante la comprensión. Bastaría con que pensaramos en que la citada imagen es perecedera, en que esa belleza es (por lo tanto) ilusoria.

Si recordamos, por unos instantes, que esa mujer ha de morir y que su cuerpo se va a volver polvo en el panteón; si con la imaginación viésemos su cuerpo en estado de desintegración, dentro de la sepultura, sería esto más que suficiente como para transformar esa impresión lujuriosa en Castidad. Así transformándola, no surgirían (en la psiquis) más yoes de lujuria.

Así, pues, conviene que mediante la comprensión, transformemos las impresiones que surgen en la mente. Creo que los estimables hermanos van comprendiendo que el mundo exterior no es tan exterior como normalmente se cree. Es interior, pues todo lo que nos llega del mundo, no son más que impresiones internas.

Nadie podría meter un árbol dentro de su mente, o una silla, o una casa, o un palacio, o una piedra. Allí todo, en nuestra mente, no son sino impresiones (eso es todo), impresiones de un mundo que llamamos exterior, pero que realmente no es tan exterior como se piensa.

Conviene, pues, que todos nosotros vayamos transformando las impresiones mediante la comprensión. Si alguien nos alaba, por ejemplo, ¿cómo transformaríamos nosotros la vanidad que tal adulador podría provocar en nosotros? Obviamente, las alabanzas, las adulaciones, no son más que impresiones que llegan a la mente, y ésta reacciona en forma de vanidad. Pero si se transforman tales impresiones, la vanidad se hace imposible.

¿Cómo se transformarían, pues, las palabras de un adulador, esas impresiones de alabanza, en qué forma? ¡Mediante la comprensión! Cuando uno realmente comprende que no es más que una infinitesimal criatura en un rincón del Universo, de hecho transforma, pues, tales impresiones de alabanza, o de lisonja, en algo distinto; convierte tales impresiones, dijéramos, en lo que son: polvo, polvareda cósmica, porque comprende su propia pisición.

Ya sabemos que nuestro planeta Tierra es un grano de arena en el espacio. Pensemos en la Galaxia en que vivimos, compuesta por miles y millones de mundos... ¿Qué es la Tierra? Es una mísera partícula de polvo en ese Infinito. ¿Y qué nosotros? Organismos (dijéramos) así, microorganismos, dentro de esa partícula... ¿Entonces qué? ¿Qué conseguiríamos nosotros con estas re flexiones? Cambiar (es claro) y esto, obviamente, produciría una transformación de las impresiones que se relacionan con la lisonja, la adulación, la alabanza, y no reaccionaríamos (como resultado) en forma de orgullo, ¿verdad?.

Tanto más reflexionemos en esto, vemos más y más la necesidad de una transformación completa de las impresiones... Todo lo que vemos (externo), es interior. Luego, si no trabajamos sobre lo interior, vamos por el camino del error, porque no modificaríamos entonces nuestra vida. Si queremos ser distintos, necesitamos transformarnos íntegramente, y si queremos transformarnos, debemos empezar por transformar las impresiones. Ahí está la clave para la transformación radical del individuo.

En la misma transmutación sexual, hay transformación de las impresiones. Transformando las impresiones  animales, bestiales, en elementos de la devoción, entonces surge (en nosotros) la transformación sexual: la Transmutación. Creo que ustedes me han comprendido y por hoy llegaremos hasta esta parte, pues, de nuestro discurso. Espero que los que escuchen esta cinta, tengan la amabilidad de analizarla, de comprenderla...

Samael Aun Weor

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