Esclavitud psicologicaLa esclavitud psicológica

Necesitamos ser libres de verdad, si es que queremos realmente disolver el Yo. No es libre quien dependa de la conducta ajena, solo aquel que se hace libre de verdad, sabe lo que es el amor el esclavo no sabe lo que es el verdadero amor.

El amor no se puede adquirir o comprar, como quien compra un caballo o un traje; el amor no existe en la mente, no se puede practicar: nace en forma muy natural, simple y sencilla.

Si somos esclavos del pensar, sentir y hacer de los demás, jamás sabremos lo que es el amor. El amor nace en nosotros cuando acabamos con la esclavitud psicológica.

La esclavitud psicológica destruye la convivencia. Depender psicológicamente de alguien es esclavitud. Si nuestra manera de pensar, sentir y actuar depende de la manera de pensar, sentir y actuar de aquellas personas que conviven con nosotros, entonces estamos esclavizados.

Constantemente, recebemos cartas de mucha gente que desea disolver el yo, sin embargo, se quejan de la mujer, de los hijos, del hermano, de la familia, del marido, del patrón, etc. Esas personas exigen condiciones para disolver el yo. Quieren comodidades para aniquilar el Ego, reclaman magnífica conducta de aquellos con quienes conviven.

Lo más gracioso de todo esto es que esas pobres personas buscan las más variadas evasivas: quieren huir, abandonar el hogar, el trabajo, etc. dicen que- para realizarse a fondo. Pobre gente... sus adorados tormentos son sus amos. Naturalmente, esas personas no aprendieron a ser libres, su conducta depende de la conducta ajena.

Si queremos seguir la senda de la castidad y aspiramos primero que la mujer sea casta, entonces estamos fracasados. Si queremos dejar de ser borrachos, sin embargo, nos afligimos cuando nos ofrecen una copa, por causa de aquello que dirán o porque la excusa puede incomodar nuestros amigos, entonces jamás dejaremos de ser borrachos.

Si queremos dejar de ser coléricos, irascibles, iracundos, furiosos, sin embargo, como primera condición exigimos que aquellos que conviven con nosotros sean amables y serenos y que nada de lo que hagan nos irrite, estamos bien fracasados, sí, porque ellos no son santos y a cualquier momento acabarán con nuestras buenas intenciones. Si queremos disolver el yo, necesitamos ser libres. Quien depende de la conducta ajena no podrá disolver el Yo. Necesitamos tener nuestra propia conducta y no depender de nadie. Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones deben fluir independientemente de dentro para fuera. Las peores dificultades nos ofrecen las mejores oportunidades.

En el pasado, existieron sabios rodeados de todo tipo de comodidad; sin dificultades de especie alguna. Esos sabios querían aniquilar el Yo, por eso tuvieron que crear situaciones difíciles para sí mismos. En las situaciones difíciles, tenemos formidables oportunidades para estudiar nuestros impulsos internos y externos, nuestros pensamientos, sentimientos, acciones, nuestras reacciones, volubilidad, etc. La convivencia es un espejo de cuerpo entero donde podemos ver tal cual somos y no como aparentemente somos. La convivencia es una maravilla. Si estuviéramos bien atentos, podremos descubrir a cada instante nuestros defectos más secretos. Ellos aparecen, saltan fuera, cuando menos esperamos.


Conocemos muchas personas que dijeron: Yo no tengo más rabia... y a la menor provocación truenan y relampaguean. Otros dicen: Yo no siento más celos, sin embargo, basta una sonrisa del cónyuge a cualquier vecino o vecina para que sus rostros se pusieran verdes de celos. Las personas protestan contra las dificultades que la convivencia les ofrece. No quieren darse cuenta de que estas dificultades, precisamente ellas, están otorgándoles todas las oportunidades necesarias para la disolución del yo. La convivencia es una escuela formidable. El libro de esa escuela tiene muchos volúmenes, el libro de esa escuela es el Yo.

Necesitamos ser libres de verdad si es que realmente queremos disolver el ego. No es libre quien depende de la conducta ajena. Sólo aquel que se hace libre de verdad sabe lo que es el amor. El esclavo no sabe lo que es el verdadero amor. Si somos esclavos de pensamientos, sentimientos y del quehacer de los demás, nunca sabremos lo que es el amor. El amor nace en nosotros cuando acabamos con la esclavitud psicológica. Tenemos que comprender profundamente y en todo los terrenos de la mente ese complicado mecanismo de la esclavitud psicológica.

Existen muchas formas de esclavitud psicológica. Es necesario estudiarlas todas si es que realmente queremos disolver el ego. Existe esclavitud psicológica no sólo internamente como también externamente. Existe la esclavitud íntima secreta, la oculta, de la cual no sospechamos siquiera ni remotamente. El esclavo piensa que ama cuando de verdad está sólo temiendo. El esclavo no sabe lo que es el verdadero amor.

La mujer que teme a su marido piensa que lo adora cuando de verdad sólo está temiendo. El marido que teme a su mujer piensa que la ama cuando en la realidad es que la teme. Puede ser que tema que se vaya con otro, que se ponga de mal humor, que no lo acepte sexualmente, etc. El trabajador que teme al patrón piensa que lo ama, que lo respeta, que vela por sus intereses, etc. Ningún esclavo psicológico sabe lo que es el amor; la esclavitud psicológica es incompatible con el amor.

Existen dos especies de conducta: la primera es la que viene de fuera para dentro y la segunda es la que sale de dentro para fuera. La primera es el resultado de la esclavitud psicológica y se origina por reacción. Nos pegan y les pegamos, nos insultan y respondemos con groserías.

El segundo tipo de conducta es mejor, es el tipo de conducta de aquel que no es más esclavo, de aquel que nada mas tiene que ver con el pensar, el sentir y el hacer de los demás. Tal tipo de conducta es independiente, es una conducta recta y justa. Si nos pegan, respondemos bendiciéndolos. Si nos insultan, guardamos silencio. Si quieren emborracharnos, no bebemos aunque nuestros amigos se enfaden, etc. Ahora, nuestros lectores comprenderán por qué la libertad psicológica trae eso que llamamos de amor.” “La Revolución de la Dialéctica” 

«El miedo provoca en la mente un deseo de seguridad. El deseo de seguridad esclaviza la Voluntad, convirtiéndola en prisionera de barreras auto-defensivas, dentro de las cuales se esconden todas las miserias humanas: El miedo trae toda clase de complejos de inferioridad. El miedo a la muerte hace que los hombres se armen y que unos a los otros se asesinen».

«El hombre que carga revólver al cinto es un cobarde, un miedoso; el hombre valeroso no carga armas, porque no le tiene miedo a nadie». «El miedo a la vida, el miedo a la muerte, el miedo al hambre, él miedo al frío y a la desnudez, engendra toda clase de complejos de inferioridad; el miedo conduce a los hombres a la violencia, el odio, la explotación, etc.» Samael Aun Weor "Conciencia-Cristo"

«En otros tiempos había sinceridad entre las gentes; hoy el miedo y la búsqueda de seguridad han acabado con la fragancia maravillosa de la sinceridad». «El miedo y la búsqueda de la seguridad son terribles debilidades que han convertido al mundo en un espantoso infierno; por doquiera abundan los cobardes, los miedosos, los débiles que andan siempre en busca de seguridad».

«Es urgente enseñarle a las nuevas generaciones a no temer y a no buscar seguridades en nada ni en nadie. Es indispensable que todo individuo aprenda a confiar más en sí mismo». Samael Aun Weor Educación Fundamental

«El miedo y la dependencia suelen confundirse con el amor, más no son amor. Se hace urgente comprender que existe una diferencia radical entre el amor y eso que es el respeto, el temor, la dependencia, el miedo». «La esclavitud psicológica, la dependencia, el depender de alguien, no es amor; es únicamente temor y eso es todo». Capítulo tomado de "La Transformación Social de la Humanidad."

La esclavitud psicológica destruye la convivencia; depender psicológicamente de alguien, es esclavitud. Si nuestra manera de pensar, sentir y obrar depende de la manera de pensar, sentir y obrar de aquellas personas que conviven con nosotros, entonces estamos bien fritos.

Constantemente recibimos cartas de muchas gentes deseosas de disolver el "Yo", pero se quejan de la mujer, de los hijos, del hermano, de la familia, del marido, del patrón, etc. Esas gentes exigen condiciones para aniquilar el yo, reclaman magnífica conducta de aquellos que con ellas conviven. Lo más "chistoso" de todo esto, es que esas pobres gentes buscan evasivas, quieren huir, abandonar su hogar, su trabajo, etc., "dizque para auto-realizarse a fondo "¡Pobres gentes!, sus adorados tormentos son, naturalmente, sus amos; esas gentes no han aprendido a ser libres, su conducta depende de la conducta ajena.

Si queremos seguir la senda de la castidad y aspiramos a que, primero la mujer sea casta, entonces estamos fracasados. Si queremos dejar de ser borrachos, pero nos apenamos cuando nos ofrecen una copa, por aquello del "que dirán", o porque nuestros amigos se enojan, jamás dejaremos de ser borrachos. Si queremos dejar de ser corajudos, irascible, iracundos, furiosos, pero como primera condición exigimos que aquellos que conviven con nosotros sean dulces y serenos, y que no hagan nada que nos moleste, entonces sí estamos bien fracasados, porque ellos no son santos y en cualquier momento acabarán con todas nuestras buenas intenciones.

Si queremos disolver el "Yo" necesitamos ser libres; quién depende de la conducta ajena, no podrá disolver el Yo. Nuestra conducta debe ser propia, muy propia, no debe depender de nadie. Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones deben fluir independientemente, desde adentro hacia afuera.

Las peores dificultades nos ofrecen las mejores oportunidades. En el pasado existieron sabios, rodeados de toda clase de comodidades, sin dificultades de ninguna especie; esos sabios queriendo aniquilar el "Yo", tuvieron que crearse a sí mismos situaciones difíciles. En las difíciles situaciones tenemos oportunidades formidables para estudiar nuestros impulsos internos y externos, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones; nuestras reacciones, voliciones, etc. La convivencia es un espejo de cuerpo entero, donde podemos vernos tal cual somos y no como aparentemente somos.

Hemos conocido a muchas personas que dicen: "Yo ya no tengo ira: Y a la menor provocación "truenan" y "relampaguean" Otros dicen: Yo ya no tengo celos. Pero basta una sonrisa del cónyuge o la cónyuge a cualquier buen vecino o vecina, para que ya estén los rostros bien "verdes" de celos. ¡Es una maravilla la convivencia! Si estamos bien atentos, podemos descubrir a cada instante nuestros más escondidos defectos. Ellos afloran saltan fuera cuando menos lo esperamos.

Las gentes protestan por las dificultades que les ofrece la con vivencia; no quieren darse cuenta las gentes que precisamente, esas dificulta des les están brindando las oportunidades necesarias para la disolución del "Yo". La convivencia es una escuela formidable; El libro de esa escuela tiene muchos tomos, el libro de esa escuela es el "Yo".

Necesitamos ser libres de verdad, si es que queremos realmente disolver el "Yo". No es libre quien dependa de la conducta ajena, solo aquel que se hace libre de verdad, sabe lo que es el amor; el esclavo no sabe lo que es el verdadero amor. El amor no se puede adquirir o comprar, como quien compra un caballo o un traje; el amor no existe en la mente, no se puede practicar: nace en forma muy natural, simple y sencilla.

Si somos esclavos del pensar, sentir y hacer de los demás, jamás sabremos lo que es el amor. El amor nace en nosotros cuando acabamos con la esclavitud psicológica. Necesitamos comprender, muy profundamente y en todos los niveles de la mente, todo ese complicado mecanismo de la esclavitud psicológica. Es necesario estudiar todas esas formas, si es que realmente queremos disolver el Yo.

Existe esclavitud psicológica, no solo en lo interno, sino también en lo externo. Existe la esclavitud íntima, la secreta, la oculta, la que no sospechamos, ni siquiera remotamente. El esclavo cree que ama, cuando en verdad sólo está temiendo. El esclavo no sabe lo que es el verdadero amor.

La mujer que teme a su marido, cree que lo adora cuando en verdad sólo le está temiendo. El marido que teme a su mujer cree que la ama pero en realidad sucede que le teme: puede temer que se vaya con otro, o que su carácter se torne agrio o que se le niegue sexualmente, etc., etc., etc. El trabajador que teme al patrón, cree que lo ama, que lo respeta, que vela por sus intereses, etc., pero ningún esclavo psicológico sabe lo que es el amor, la esclavitud psicológica es incompatible con el amor.

Existen dos géneros de conducta: primera la que viene de afuera hacia dentro; segunda la que va de adentro hacia afuera. La primera es el resultado de la esclavitud psicológica y se produce por reacción: nos pegan y pegamos, nos insultan y contestamos groserías, etc.

El segundo tipo de conducta es la mejor, es la de aquél que ya no es esclavo, la de aquel que nada tiene que ver con el pensar, sentir y hacer de los demás. Este tipo dé conducta es independiente, recta, justa: si nos pegan contestamos bendiciendo si nos insultan, guardamos silencio; si quieren emborracharnos, no bebemos, aun cuando nuestros amigos se enojen, etc.

Ahora comprenderán nuestros lectores porque la libertad psicológica trae eso que se llama amor. Samael Aun Weor

LA AUTÉNTICA LIBERTAD

Es evidente que las gentes reaccionan mecánicamente ante las diversas circunstancias de la vida. ¡Pobres gentes: Cuando alguien les adula, sonríen!; cuando les humillan, sufren; insultan si se les insulta, hieren si se les hiere; nunca son libres, sus semejantes tienen poder para llevarles de la alegría a la tristeza, de la esperanza a la desesperación». Samael Aun Weor Tratado de Psicología Revolucionaria.

Sólo es digno de libertad aquel que es capaz de conquistarla día a día». Goethe El sentido de la libertad es algo que aún no ha sido entendido por la humanidad. Sobre el concepto libertad, planteado siempre en forma más o menos equivocada, se han cometido gravísimos errores. Ciertamente, se pelea por una palabra, se sacan deducciones absurdas, se cometen atropellos de toda especie y se derrama sangre en los campos de batalla.

La palabra libertad es fascinante, a todo el mundo le gusta; sin embargo, no se tiene verdadera comprensión sobre la misma, existe confusión en relación con esta palabra. No es posible encontrar una docena de personas que definan la palabra libertad en la misma forma, del mismo modo. El termino libertad en modo alguno sería comprensible para el racionalismo subjetivo. Cada cual tiene, sobre este término, ideas diferentes (opiniones subjetivas de las gentes), desprovista de toda realidad objetiva.

Al plantearse la cuestión libertad, existe incoherencia, vaguedad, incongruencia en cada mente. Estoy seguro que ni siquiera Emmanuel Kant, el autor de "La Crítica de la Razón Pura" y de la "Crítica de la Razón Práctica", jamás analizó esta palabra para darle el sentido exacto.

 ¡Libertad, hermosa palabra, bello término: cuantos crímenes se han cometido en su nombre! Incuestionablemente, el término libertad ha hipnotizado a las muchedumbres; las montañas y los valles, los ríos y los mares, se han teñido de sangre al conjuro de esa mágica palabra. Cuantas banderas, cuanta sangre y cuantos héroes se han sucedido en el curso de la Historia, cada vez que sobre el tapete de la vida se ha puesto la cuestión "libertad". Desafortunadamente, después de toda independencia, a tan alto precio lograda, continúa dentro de cada persona la esclavitud.

¿Quién es libre, quién ha logrado la famosa libertad, cuántos se han emancipado? ¡Ay, ay, ay! El adolescente anhela libertad; parece increíble que muchas veces, teniendo pan, abrigo y refugio, se quiera huir de la casa paterna en busca de libertad. Resulta incongruente que el jovencito, que tiene todo en casa, quiera evadirse, huir, alejarse de su morada, fascinado por el término libertad. Es extraño que gozando de toda clase de comodidades, en hogar dichoso, se quiera perder lo que se tiene para viajar por esas tierras del mundo y sumergirse en el dolor.

Que el desventurado, el paria de la vida, el mendigo, anhele en verdad alejarse de la casucha, de la choza, con el propósito de obtener algún cambio mejor, resulta correcto; pero que el "niño-bien", el "nene de mama" busque escapatorias, huir, resulta incongruente y hasta absurdo. Empero esto es así: la palabra libertad fascina, hechiza, aunque nadie sepa definirla en forma precisa.

Que la doncella quiera libertad, que anhele cambiar de casa, que desee casarse para escapar del hogar paterno y vivir una vida mejor resulta en parte lógico, porque ella tiene derecho a ser madre; sin embargo, ya en vida de esposa, encuentra que no es libre y con resignación ha de seguir cargando las cadenas de la esclavitud. El empleado, cansado de tanteos reglamentos, quiere verse libre, y si consigue independizarse, se encuentra con el problema de que continúa siendo esclavo de sus propios intereses y preocupaciones.

Ciertamente, cada vez que se lucha por la libertad, nos encontramos defraudados a pesar de las victorias. Tanta sangre derramada inútilmente, en nombre de la libertad, y sin embargo continuamos siendo esclavos de sí mismos y de los demás, Las gentes se pelean por palabras que nunca entienden aunque los Diccionarios las expliquen gramaticalmente. La libertad es algo que hay que conseguir dentro de sí mismo, nadie puede lograrla fuera de sí mismo.

Cabalgar por el aire es una frase, muy oriental, que alegoriza el sentido de la genuina libertad. Nadie podría en realidad, experimentar la libertad en tanto su Conciencia continúe embotellada en el "sí mismo", en el "mi mismo". Comprender este "yo mismo", "mi persona", lo que "yo soy", es urgente cuando se quiere, muy sinceramente, conseguir la libertad. En modo alguno podríamos destruir los grilletes de la esclavitud sin haber comprendido, previamente, toda "esta cuestión mía", todo esto que atañe al Yo, al mí mismo.

¿En qué consiste la esclavitud? ¿Qué es esto que nos mantiene esclavos? ¿Cuáles son esas trabas? Todo esto es lo que necesitamos descubrir.

Ricos y pobres, creyentes y descreídos, están todos formalmente presos, aunque se consideren libres. En tanto la Conciencia, la Esencia, lo más digno y decente que tenemos en nuestro interior, continúe embotellada en el "si mismo", en el "yo mismo", en "mis apetencias y temores", en "mis deseos y pasiones", en "mis preocupaciones y violencias", en "mis defectos psicológicos", se estará en formal prisión.

El sentido de libertad solo puede ser comprendido, íntegramente, cuando han sido aniquilados los grilletes de nuestra propia cárcel psicológica. Mientras el "yo mismo" exista, la Conciencia estará en prisión. Evadirse de la cárcel solo es posible mediante la "aniquilación budista", disolviendo el "Yo", reduciéndolo a cenizas, a polvareda cósmica. La Conciencia libre, desprovista del "Yo", en ausencia absoluta del "mí mismo", sin deseos, sin pasiones, sin apetencias ni temores, experimenta, en forma directa, la verdadera libertad.

Cualquier concepto sobre la libertad, no es libertad; las opiniones que nos formemos sobre la libertad, distan mucho de ser la realidad las ideas que nos forjemos sobre el tema "libertad", nada tienen que ver con la autentica libertad. La libertad es algo que tenemos que experimentar en forma directa, y esto solo es posible "muriendo psicológicamente", disolviendo el "yo", acabando para siempre con el "mi mismo".

De nada serviría continuar soñando con la libertad, si de todas maneras proseguimos como esclavos. Más 'vale vernos a sí mismos tal cual somos, observar cuidadosamente todos esos grilletes de la esclavitud que nos mantienen en formal prisión. Auto-conociéndonos, viendo lo que somos interior mente, descubriremos la puerta de la autentica libertad. Samael Aun Weor Bibliografía consultada: "La Transformación Social de la Humanidad" y "La Gran Rebelión". 

Doctrina Gnóstica develada por Samael Aun Weor

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