El Elegido
Hermes Trimegisto, las tres veces grandes ha dicho: Lo que estaba oculto y escondido se hará manifiesto. Quien ha sido elegido para entrar a trabajar en la Obra del Padre, es como el sacerdote, que ha sido revestido con las facultades propias de su cargo. Aguardan al aspirante a alquimista pruebas y dificultades propias del nivel en que se encuentre.
De alguna manera, aquel que inicia a cocer su simiente, para poder conseguir el compuesto necesario, se retira de la vida vulgar. Los lugares de entretenimiento y frivolidad ya no le motivan, forman parte del pasado y por lo mismo carente de luz. Las lenguas con doble filo, el insulto y la blasfemia, no son buenas consejeras. Quien fue elegido para trabajar como alquimista, empieza a morir a una vida mecánica.
Donde la ilusión forma parte de la vida ¡pura fantasía! Donde la falta de conciencia, es el común denominador de la sociedad. Donde la falta de valor en la palabra es moneda de todos los días. Donde la mentira es el medio para justificar nuestra negligencia. Donde el orgullo, nos hace sentirnos superiores a los demás. Donde vemos a nuestro hermano el hombre como un ser inferior.
Donde nos aprovechamos de las debilidades de los demás para nuestro beneficio. Donde las limitaciones culturales de quien no ha sido educado como nosotros nos es motivo de superioridad. Donde las necesidades de quien tiene materialmente menos es motivo para esclavizarlo y así conseguir nuestros caprichos egoicos.
Donde la ironía, se convierte en la burla sutil de quien se considera con buena educación. Donde el aburrimiento y el vacío existencial, es consecuencia de una apatía espiritual cada vez más densa. Donde los celos, no nos permiten vivir, ni dejamos que los demás vivan en libertad, convirtiéndonos en reos de nuestro deseo.
Donde la infidelidad es tan habitual que nos parece natural. Donde la acumulación, hace que justifiquemos la avaricia. Donde la pereza, nos tiene tan impedidos que estamos apresados en un condicionamiento falso y torpe, que se manifiesta en nuestro estado físico y mental. Donde la ira, nos emborracha entre odios y destruimos lo que más queremos. Donde la lujuria, nos somete a la pasión, extrayendo de nuestro subconsciente las más bajas pasiones.
Donde los instintos sexuales no controlados nos inducen a cometer actos vejatorios, fuera de todo control y orden. Donde la gula, nos hace devorarlo todo desmedidamente. Donde la envidia, no nos permite aceptar nuestra realidad, Haciéndonos sufrir por aquello que otros tienen. Donde los nacionalismos nos impiden aceptar los valores de otros pueblos. Donde...
Admitiendo estos estados psicológicos y emocionales (además de otros cuya raíz es el ego, que, forman parte de nuestra personalidad y expresión diaria); el elegido puede llegar a su propia muerte psicológica, haciendo que sean aniquilados todos los inquilinos no deseados del alma, que son una obstrucción en la senda del nacimiento segundo.
Al mismo tiempo, con la muerte psicológica, se produce no solo el nacimiento segundo, sino el florecimiento de las virtudes que todo trabajador en la Obra precisa; Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Las pruebas de muerte (psicológicas) hacen que el elegido se turbe, la amargura se hace presente y la continuidad se ve amenazada, es aquí cuando se debe superar las pruebas, en las grandes crisis y tribulaciones a que se es sometido.
La tristeza embarga al caminante, es más complicado éste camino de lo que a simple vista pudiera parecer. Es el momento de recogerse y orar. Ello nos hace sentir que estamos recuperando nuestro antiguo lugar. En el Templo corazón, aguardan las más elevadas verdades, los tesoros espirituales más puros, donde moran en silencio, nuestros Padres internos.
El regreso del hijo pródigo, aquel que vendió su primogenitura por un plato de lentejas, toca a las puertas del corazón. El materialismo fue lo que compramos cuando caímos en el error de salimos de la casa del Padre. Nuestro capital fueron los valores del Ser. En los momentos de crisis y de tribulación, debemos mantenernos serenos: busquemos consuelo en los brazos de nuestro Ser.
En su mano diestra, porta el mundo, un mundo espiritual, un microcosmos. Según Fulcanelli, “Una parcela del caos primordial destinado, por la voluntad divina, a la renovación elemental en los tres reinos... ese caos convertido en cuerpo contiene confusamente la más pura semilla y la más próxima sustancia que existe de los minerales y de los metales”.
Y añade Basilio Valentin en el libro de las doce claves: una semilla que fue reservada por El creador y prometida a la generación sola de los metales. Es necesario dirigir nuestro corazón hacia Dios. Él sabe lo que necesitamos mejor que nadie, sin embargo, no está de más: Pedid y se os dará.
Hagamos nuestra petición, oremos, y que esa oración, sea perseverante, sincera y acompañada de actos concretos, para que así su misericordia se apiade de nosotros. Entonces seamos aptos y elegidos para trabajar con el fuego y con el agua, como verdaderos adeptos para el camino de Santiago. Camino accesible a los elegidos, a los mortales valerosos, sabios y perseverantes, que no se separan de su Stella Maris y a la que con inmenso amor y humildad le piden el favor de guiarlos junto al I A O. A Alberto Magno le fue atribuido el texto del “Ave Praeclara”. Este es un himno lleno de alusiones alquímicas que dice así:
“Salve, estrella resplandeciente del mar, María nacida divina para iluminar a los pueblos. Virgen, ornamento del mundo, reina del cielo, elegida de entre todas, como el sol, hermosa como el fulgor de la luna. Haz que de la dulce fuente que manó de la roca en el desierto, con grave fe, bebamos y que se ciñan las cinturas bañadas en el mar, y que se contemple la serpiente broncínea en la cruz. Haz oh Virgen, que te convertiste en Madre por el fuego santo y por el verbo del Padre que tú llevaste, como la zarza ardiente, que nosotros, distintos por la piel, nos acercamos a ti, con el pie, con puros labios y con el corazón”.
Raimundo Lulio ante la seriedad del tema alquímico y en aquella época restringida a la libertad de pensar del esoterista dice: “Si develas esto serás condenado. Todo viene de Dios y todo debe regresar a Él, así pues, conservarás para El solo, un secreto que solamente le pertenece a Él. Si por algunas palabras ligeras dieras a conocer lo que ha exigido tantos años de cuidados serías condenado sin remisión, en el juicio final por esta ofensa a la majestad Divina”.
Vemos, por lo tanto, que el secreto del arcano o de los alquimistas, no siempre se entregó de manera gratuita y abierta, porque siempre se mantuvo sujeto a las Jerarquías Divinas, pues Ellas son la única vía de acceso para la consecución del gran enigma. A quien se le muestre el camino, definitivamente, es un elegido, donde el Padre deposita sus impulsos de autorrealización. A su tiempo y demanda, se le revelará l más trascendental de la naturaleza humana y divina. En múltiples ocasiones y formas varias, se ha entregado al elegido la clave del azufre y del mercurio; así lo hiciera Morien:
“Oh noble rey, debéis saber también que toda perfección de éste magisterio consiste en tomar los cuerpos, que son consortes y que son semejantes. Pues esos cuerpos, mediante un artífice natural, están juntos y unidos sustancialmente el uno al otro, y concuerdan, se disuelven y se reciben el uno al otro, fertilizándose y perfeccionándose mutuamente”. Como podemos leer en el Bhagavad Güita, la advertencia de lo que nos espera si no conseguimos el nacimiento segundo. Textos 24 y 25 correspondientes al capítulo 8, que podemos y debemos combinarlo con el conocimiento de la Cabala numérica:
“Aquellos que conocen al Brahman Supremo, dejan el mundo durante la influencia del Dios Ígneo, a la luz, en un momento auspicioso, durante la quincena de la luna, y durante los seis meses cuando el sol viaja por el norte. El místico (alquimista) que deja este mundo durante el humo, la noche, la quincena sin luna, o durante los seis meses cuando el sol pasa por el sur, o que llega a la luna, regresa otra vez”.
El humo, la noche sin Luna o Madre Naturaleza, carta del Tarot Nº 6 que es la Indecisión o la tentación, el Nº 8 que son las pruebas a la que está sometido todo iniciador... marcan el estado incipiente de las aguas. Un trabajo inconcluso, que requiere de retorno... pues no ha habido la liberación anhelada. A diferencia de otras religiones, en el Bhagavad-Gita, si se habla abiertamente del renacimiento, o tomar un nuevo cuerpo, en otra existencia. Esto es a todas luces una verdad, comprobable sobre todo- para quien despierta la conciencia. La transmigración del alma es una necesidad para el desarrollo espiritual.
Los trabajos alquímicos son de orden Superior. Son una minoría de seres, quienes en una sola vida puede llegar a su desarrollo total (tanto hombres como mujeres) dejando aplazada la consumación de la Obra. En sí, esto puede conllevar un peligro pues al no concluirlo en una sola existencia, no se nos asegura, que podamos tener las oportunidades requeridas o nos desviemos del objetivo para la consumación del trabajo en futuras oportunidades.
De ahí la premura en la perseverancia. Tenemos que diferenciar al elegido, entre el “neófito”, o el que se ha adherido recientemente a la filosofía, y el “adepto”, quien ya está afiliado y aprobado en su trayectoria por la Logia Blanca. Según dicen los filósofos del arte hermético, los adeptos son los que han recibido el Don de Dios, es decir, la única y elevada inspiración que permite la consumación de la Gran Obra:
“Dios otorga la sabiduría a quien le place y la transmite por el Espíritu Santo, luz del mundo”. La ciencia hermética, se considera un “Don de Dios”, en otra época reservada a sus ministros, de ahí surge el apelativo de “Arte sacerdotal” que llevaba en su origen. El elegido se convierte en neófito y si prosigue en su empeño, en adepto. El horizonte que se vislumbra, bien merece el esfuerzo necesario para llegar a convertirse en adepto.
¡No hay gracia en la tierra que se le compare a la Divina! El adepto recibe la triple corona de la iluminación; Omnipotencia, Omnisciencia y Gozo del amor divino y eterno. Así nos lo hace saber en su libro “Alquimia”, Klossowski de Rola, S con respecto al baño previo a la triple corona y que es sinónimo de ablución, purificación y muerte psicológica: “Los baños de purificación son necesarios para el aspirante a la perfección” Tauler, místico europeo dice: He tenido que vaciarme de mí mismo... Desde entonces estoy perdido en este abismo. He dejado de hablar, soy mudo, sí, la Divinidad me ha engullido.
Siguiendo con las revelaciones del Maestro Samael Aun Weor, nos quedamos sorprendidos en su precisión y tan vasto conocimiento, cuando afirma: “Juan es el patrono de los que hacen oro, a los Maestros de la Logia Blanca, se les llaman Hermanos de Así es elegido, hacedor de oro. Pero difícilmente perteneceremos con todos nuestros derechos, y obligaciones a tan Bendita orden de San Juan, si en nosotros no se manifiestan las virtudes del trabajo en la mies del Padre. Justicia, prudencia, templanza y fortaleza deben ser calificadas.
Porque la Justicia lleva la espada y su balanza jamás mentirá. Porque la Prudencia tiene el poder sobre la serpiente que se levanta por los méritos del corazón. A veces, se añade uno o muchos libros y más tarde un espejo. Igualmente, por una idea análoga a la de Dante, (que le había atribuido tres ojos a su Prudencia), los artífices dieron dos rostros a esta virtud. La Templanza guarda a veces su espada en la vaina, pero lo más frecuente es que sostenga dos vasijas y parezca mezclar agua y vino ya que se trata del símbolo de la sobriedad que siempre acompaña a la virtud.
Por último, la Fortaleza presenta los atributos de Sansón. Está armada con escudo y maza, unas veces, tiene la piel de león en la cabeza y un disco que figura el mundo en las manos, y otras veces, (y éste será su atributo definitivo al menos en Italia), carga la columna entera o rota. Para merecer éstas virtudes, se requiere de ser equitativo y ecuánime. No servirnos de las debilidades ajenas, ni mucho menos, buscar el beneficio de nuestro conocimiento sobre la ignorancia.
El león de la ley vigila todas nuestras acciones y pensamientos, por lo tanto, nada escapa a la ley Divina. La balanza se inclinará de acuerdo a nuestras obras. Dos son las posibilidades: o bien para el lado de nuestro Ser, que compensará nuestro trabajo, o para el lado dela vida materialista, que nos llevará a la deriva de las fluctuaciones circunstanciales. Así la espada de la justicia siempre está marcando nuestras acciones. No dejarse llevar por los instintos, actuar con prudencia, guardar fidelidad y saber esperar, son algunas de las premisas necesarias para pertenecer a la orden de San Juan.
Requeriremos de un escudo que nos proteja de nuestros enemigos. Justamente, nuestra mayor protección la encontraremos en la doctrina gnóstica: “Toma el escudo de tu fe, y avanza con paso firme y decidido, ya sea a favor del viento, o contra todos los vientos”. Nuestra Fortaleza no solo ha de ser espiritual, sino también física, para poder avanzar en el camino estrecho que nos conduzca hacia la victoria final. Como dijeran los griegos: “Mens sana in corpore sano”. En algún proceso alquímico del V. M. Samael le indicaron la dieta necesaria para proseguir en etapas sucesivas.
Después de haber modelado y regulado las pasiones humanas, podremos conseguir la Templanza necesaria para salir triunfantes de tan elevada batalla. Porque la iniciación es muy cara y mucho tiempo hemos pasado sin anhelarla. Veamos que nos dice el nuevo Testamento en la epístola primera de San Pedro, C.IV, V.3: “Porque demasiado tiempo habéis pasado durante vuestra vida anterior abandonados a las mismas pasiones que los paganos, viviendo en lascivias, en codicias, en embriagueces, en glotonerías en excesos en las bebidas y en idolatrías abominables”.
La esperanza como virtud, nos hace estar calmos en las épocas donde debe consolidarse el trabajo. La esperanza de los alquimistas de todos los tiempos ha pregonado, que su fuerza radica en alejarse del camino ancho, y entrar en el camino estrecho para pasar por la puerta angosta. Meurois-Givandan haciendo eco de los habitantes de la mágica región del Shambhala comentan sobre los seres comunes y los elegidos:
“La humanidad pasa hoy por el umbral de la muerte iniciática. Las civilizaciones y las criaturas terrestres, en todos los niveles, se pudren en el Athanor que se han moldeado. No es ni un bien ni un mal sino una realidad necesaria. Por eso la regeneración iniciada hace dos mil de vuestros años conoce ahora la continuación de su desarrollo. Por eso también ha sonado la hora en el Gran Reloj de que Shambhala se dirija de manera directa a los hombres..., o por lo menos a los que quieren convertirse en Hombres. Por ello, finalmente, os guiaremos en este reino al que llamamos también Shangri La... Hay que alimentar el fuego del Athanor.”
Es hora de terminar con el deterioro de nuestras vidas. Por mucho tiempo hemos sido existencialistas, superficiales y nos hemos contentado, disfrutando mediante nuestros sentidos físicos; Vista, oído, tacto, olfato y gusto. Existen otros sentidos, factibles de desarrollarlos que son la veracidad oculta. Estos sentidos o facultades hay que conseguirlos, no vienen por casualidad, sino por causalidad. Es sabido que a nadie se le da aquello que no busca, sin valorarlo ni trabajar por conseguirlo.
Todos los metales se disuelven en el mercurio. El mercurio es la base del trabajo alquímico, pero ¿qué metales son los que se deben disolverse en el mercurio? Antes de nada, hemos de entender que los metales, no son los minerales conocidos como la materia del hierro, estaño, plomo, cobre, etc. Los metales alquímicos son nuestros defectos de tipo psicológico. Ellos, representan la parte más pesada o densa de nosotros mismos, con características diferenciadas, que nos alejan de nuestro Real Ser, o Dios interior, para mantenernos ilusionados con la vida materialista. Por lo tanto, debemos disolverlos, con el “solvente Universal”, es decir, con la energía más potente que tiene todo humano: la energía sexual.
Un cuerpo sólido, como es el hierro, con la acción del calor se disuelve para convertirse en líquido. De la misma manera nuestras aguas mercuriales pueden ser evaporadas, con la acción del calor y del fuego, mientras su esencia, se fija en los cuerpos existenciales. En la Naturaleza, los átomos de hidrógeno, helio, carbono o nitrógeno se transforman constantemente unos en otros. Del mismo modo, los cuerpos de las tres series radiactivas del actinio, el torio y el radio, cambian varias veces su estructura de manera natural, con la acción del tiempo, mediante la pérdida de partículas, hasta convertirse en plomo estable.
Hoy en día este ejemplo podemos apreciarlo en los reactores nucleares, donde se producen transformaciones físicas que se obtienen artificialmente bombardeando los cuerpos con partículas aceleradas. Como podemos comprobar la transformación es un fenómeno común en la naturaleza, por lo que nos preguntamos, ¿por qué la naturaleza humana va a ser diferente?, o ¿acaso no lo es, pero ajenos a ella, lo hemos ignorado? Debemos saber que la transmutación alquímica, fue un hecho y sigue siendo una realidad. Quien ha sido elegido para trabajarla, solo le será posible de manera religiosa, no quedándose atorado en ninguna fórmula dogmática de creencia. Hay que, buscar el hondo significado, el traslúcido en sí mismo. La palabra, que nos impele a religar. La transmutación alquímica, no es una creencia, es un acto de fe consciente.
Quien ha sido elegido para emprender esta tarea, no sabe cuál será su final. Si será coronado o no, con el triunfo, pues no se le garantiza ningún pago que pudiera exigir; solo le impulsa la certeza de que está colocado en el camino correcto. Encontraremos muchas desviaciones en éste camino, que a simple vista nos puedan parecer útiles y atractivas, pero en su engaño se esconde el fracaso. No debemos desviarnos del camino recto, ni de la puerta angosta pues ellos, nos conduce hacia la luz del Padre. A pesar de las buenas intenciones de quien nos aconseje en un momento dado, para que nos vaya bien en la vida, es menester que nuestra prioridad esté en el cielo. Que sea lo máximo. Que vibre nuestra conciencia anhelante. Ente tanto, las necesidades en la tierra serán cubiertas por nuestro Padre-Madre, que según San Agustín: “Él es más íntimo a mí, que yo mismo”.
Si hemos comprendido el camino de la alquimia, con todo lo que implica esta labor foática, seamos consecuentes en pensamiento y en obras, para que nuestras transmutaciones energéticas, sean plenas de gloria, poder y fuerza. En el Evangelio apócrifo-gnóstico según Tomás, (versión bilingüe copto- castellana en el V. 82), se puede leer lo siguiente: “Jesús ha dicho: Aquel que está cerca de mí está cerca del fuego, y aquel que está lejos de mí, está lejos del Reino”.
Salamandra del latín salamandrae, viene de sal y mandra, significa establo y también cavidad de roca, soledad o eremitorio. Salamandra es pues, el nombre de la sal de establo, sal de roca o sal solitaria. Vemos que la etimología de éste nombre, aparentemente irrelevante, tiene una gran enseñanza alquímica. Se propicia el desorden a quien no controla a sus salamandras o elementales del fuego y por el contrario quien es capaz de controlarlas, ellas se ponen a su servicio.
Así quien sabe ordenar y organizar a estos elementales ígneos, crea un nuevo reino de paz, amor y felicidad. Su ejemplo nos lleva al nacimiento de Jesús de Nazaret, hombre solar que nació en un establo en soledad. El Cristo cósmico, Rey de Reyes dijo: “Yo soy el Espíritu y la vida y he venido a prender fuego a las cosas”. Siguiendo con el Evangelio apócrifo-gnóstico según Tomás, en el V. 49, podemos leer: “Jesús ha dicho: Bienaventurados los solitarios y los elegidos, pues encontraréis el Reino, pues habéis salido de él y de nuevo volveréis a él”. He ahí el camino para volver al Reino. Cada hombre o mujer que se aleja de la sombra tenebrosa, ya es sacerdote o sacerdotisa en el fondo de su corazón.
Para ello, ayer, hoy y mañana, la Gran Fuente Universal, ha cuidado, cuida y cuidará de separar los cuatro elementos primarios para organizarlos en el microcosmos hombre mediante el fuego. Los cuatro elementos primarios se hallan juntos, caóticos en el elegido. Dos a dos, en la piedra bruta en formación, porque la sal de nuestras salamandras, posee en sí el fuego y el aire necesarios, para la unión del azufre-tierra y del mercurio-agua.
Víctor Hugo, el gran humanista (iniciado), escribió esta oda al verdadero hombre y a la verdadera mujer: “El hombre es la más elevada de las criaturas. La mujer es él más sublime de los ideales. Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar. El trono exalta; el altar santifica. El hombre es el cerebro. La mujer el corazón El cerebro fabrica la Luz; en el corazón se produce el Amor. La Luz fecunda; el Amor resucita. El hombre es fuerte por la razón La mujer es invencible por las lágrimas. La razón convence; las lágrimas conmueven. El hombre es capaz de todos los heroísmos La mujer de todos los martirios. El heroísmo ennoblece; el martirio sublimiza. El hombre tiene la supremacía La mujer la preferencia. La supremacía significa la fuerza; la preferencia representa al derecho.
El hombre es un genio La mujer un ángel. El genio es inmensurable; el ángel indefinible. La aspiración del hombre es la suprema gloria. La aspiración de la mujer es la virtud extrema. La gloria hace todo lo grande; la virtud hace todo lo divino. El hombre es un código. La mujer un evangelio. El código corrige; el evangelio perfecciona. El hombre piensa La mujer sueña. Pensar es tener en el cráneo una larva; soñar es tener en la frente una aureola El hombre es un océano La mujer es un lago. El océano tiene la perla que adorna; el lago la poesía que deslumbra. El hombre es el águila que vuela. La mujer es el ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio. Cantar es conquistar el alma. El hombre es un templo. La mujer es el Sagrario. Ante el templo nos descubrimos; ante el Sagrario nos arrodillamos”. También se indica que “hombre está colocado donde termina la tierra. La mujer donde comienza el cielo”. Si en algún momento llegamos a pensar que el papel de la mujer, en el camino de la autorrealización, es pasivo, intrascendente o relativo, tenemos que decir que nada está más lejos de la verdad. A la mujer, en la alquimia, siempre se le ha tenido como pieza imprescindible. De ello dan fe todas las culturas que tuvieron el Conocimiento. Pues ella es la parte conciliadora en todo el micro y el macrocosmos.
Nadie lo puede negar: en cualquier creación siempre existe el elemento o polaridad femenina siendo la parte complementaria con el polo masculino. En los tiempos del antiguo Egipto, el neófito que aspiraba a ser alquimista, para despertar el Divino Fuego, había de casarse con una mujer madura. Si prefería hacerlo con una joven, había de demorar algunos meses antes de efectuar la conexión sexual y entre las condiciones matrimoniales estaba el tener que obedecer a su mujer, a la cual se sometía con agrado y respeto.
Del mismo modo el Maestro Yogananda dice: “Todo ser humano (...) debiera recordar que su cuerpo y su mente son un templo del Padre Celestial, un templo que no debería ser profanado por bajas pasiones. (...) Más, quien mira a la mujer como un mero objeto de lujuria, cultiva ese mismo mal dentro de sí. El instinto maternal le fue concedido a la mujer a fin de que ella pudiese salvar al hombre de las garras del mal, tal es el propósito de la mujer.
Ella no fue creada para estimular la lascivia del hombre”. Alberto el Magno como Santo Tomás, también reafirmó la veracidad de la alquimia. Su tratado sobre tal materia, estaba siempre sobre la mesa del Abad Tritemo, el cual contaba que cuando Guillermo II, conde de Holanda, cenó con el ínclito y preclaro sabio Alberto el Magno, éste hizo poner una mesa en el jardín del Monasterio, aunque era pleno invierno y nevaba... tan pronto los invitados al convite, hubieron tomado asiento, como por encanto desapareció la nieve y el jardín se cubrió de variadas flores. Las aves de distintos colores volaban deliciosamente entre los árboles, todo el ambiente estaba saturado de luz y vida, como en los mejores días de verano...
Fausto, Paracelso y Agripa, los tres Magos alquimistas, fueron discípulos del Abad Tritemo: “Recítenme los cuatro elementos de la naturaleza, ordenaba el Abad a sus monjes en plena clase, “la tierra, el agua, el aire y el fuego.” Si - continuaba el maestro- la tierra y el agua, los más pesados, se ven atraídos hacia abajo; el aire y el fuego, más ligeros, hacia lo alto”. Platón tenía razón al fundir el fuego en el aire, que se convierte en lluvia, que se convierte en rocío, que se convierte en agua, que se convierte en tierra al solidificarse...
Los viejos alquimistas dicen: “Que vuestro fuego sea tranquilo y suave, que se mantenga así todos los días, siempre uniforme, sin debilitarse, si no, eso causará gran perjuicio”. Si nuestro fuego no es controlado, de poco puede servir el conocimiento de la fórmula transmutatoria; de la misma manera que, cuando el ladrón ya está en la casa, de nada sirve poner cerrojos a las puertas.
El Mutus Libre, muestra la recogida del rocío ante los ojos de un carnero y de un toro, emblemas estos, de los meses solares y primaverales en el hemisferio norte. Como podemos comprobar entre frases alegóricas al trabajo el elegido, para realizar la Obra alquímica, debe saber cuándo operar y cuando descansar. Es una labor un tanto complicada en apariencia, pero en la práctica es muy sencilla. ¡Que no nos confundan en nuestra vocación! como advierte Goethe:
“Ley del hombre triste y grave, indaga, lucha, se agita. Lo que más necesita es lo que menos sabe”. Al hombre común y corriente, (quien solo tiene como objeto en su vida, comer, trabajar y dormir); le espera un final muy triste, pues quien no se preocupa de cultivar su Espíritu, poco o nada puede esperar tras ésta efímera existencia. Su pago es, su misma mediocridad, pues ya se cobró en vida con todo lo sensorial y con los placeres que le rodearon.
San Alberto dice, que el hombre espiritual debe dirigir el comercio carnal a un objetivo moral, y que una función de la sexualidad basada sólo en el placer de los sentidos pertenece a los vicios más infamantes. Hombres espirituales, que sean capaces de transmutar su manera de pensar, de ver, sentir y practicar el sexo, es a lo que estamos llamados, si de verdad queremos llegar a ver florecer la rosa mística en nuestra cruz.
El elegido para este menester, si no practicare así, se convertiría en una semilla estéril, no podría germinar. Y como toda semilla que no es capaz de brindar la vida que guarda en sus entrañas, terminará pudriéndose... Hay que renunciar a los placeres que otorgan las fantasías, pues se corre el riesgo de quedarse atrapado en el deseo, en la ilusión y en la mentira, que nunca se dan por satisfechas. Los placeres llevan como sirenas embaucadoras, a quien se deje envolver por sus demoníacos encantos, succionando la pérdida total de sus valores.
Cada uno de nos, debemos realizar un gran esfuerzo consciente, por apartarnos de nuestra naturaleza luciferina o fuego pasional descontrolado, ya que, sin ese esfuerzo, no es posible culminar un trabajo que, en sus distintas fases, tiene un grado de dificultad diferente. Purificar nuestro fuego en el crisol alquímico, es nuestra obligación, si queremos fundirnos con nuestro Sol interior. La sustancia ígnea por excelencia que en todos existe, debe ser justipreciada en toda su valía. Ya que, por error e ignorancia, en la mayoría de los casos, se consume sin ningún control ni medida, desperdiciando el fuego vital, tan necesario como el mismo aire que respiramos.
Los hay que aun conociendo el valor y poder del fuego, lo pierden por no esforzarse en mantenerlo en la vía centrípeta, y siguen permitiendo que sus canales centrífugos continúen desperdiciándolo; desviando de su cauce natural el bálsamo para su atormentada vida. De nada nos servirán entonces nuestras muy buenas intenciones..., lo que se nos pedirá, serán hechos concretos y bien definidos de nuestra trayectoria alquímica, pues se nos valorará y juzgará por nuestros actos y no por nuestras buenas intenciones.
Quizás podríamos pensar, que, con nuestra percepción de la verdad, será más que suficiente para poder tener derecho a eso que se llama la “salvación”. Sin embargo, la verdad es lo desconocido de momento en momento y para verificarla se requiere de experimentación directa. Ley es Ley y la Ley se cumple, y su desconocimiento no nos exime de su cumplimiento. El pichón alquímico, el elegido; jamás fundaría su trabajo en reglas evolutivas carentes de fundamento esotérico. Evolución e involución son dos aspectos de la misma mecánica celeste. El elegido ha de ser revolucionario ciento por ciento, estableciendo su salvación en las reglas precisas de la Naturaleza Divina.
Capítulo 1º Quimera o Realidad Capítulo 3º La Voluntad y la Paciencia Capítulo 4º El Arte
Capítulo 5º La iniciación Capítulo 6º El Alimento Capítulo 7º La Medicina de Dios
Capítulo 8º “Los colores” Capítulo. 9º “El Regreso al Paraíso” Introducción a Cómo y para qué ser Alquimista
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