La directaLa senda Directa

Mucho se ha dicho ahora en literatura ocultista sobre las dos sendas: Quiero referirme específicamente a las vías espiral y directa.

Incuestionablemente, los dos caminos sólo se abren augustos ante el hombre auténtico: ¡Jamás ante el animal intelectual! Nunca podré olvidar los momentos finales de la quinta iniciación del fuego. Después de todos esos procesos recapitulativos, hube de enfrentarme valerosamente ante un guardián nirvánico terriblemente divino.

El bienaventurado Señor de Perfecciones, mostrándome la senda espiral nirvánica, dijo: -Éste es un trabajo bueno. Después, señalando la Vía Directa exclamó con gran voz como cuando un león ruge, diciendo: ¡Éste es un trabajo superior!

Posteriormente, le vi avanzando hacia mí con ese imperativo tremendo de las grandes majestades; él me interrogó y yo le respondí estableciéndose el siguiente diálogo: ¿Por cuál de estos dos caminos vais a seguir ahora? Dejadme que lo piense. No lo piense, dígalo inmediatamente, defínase.

Me voy por el camino directo que conduce hasta el Absoluto. ¿Pero qué está diciendo usted?, ¿no se da cuenta que ese camino es demasiado doloroso? Repito: ¡Yo voy para el Absoluto! ¿Cómo se le ocurre a usted meterse por ahí? ¿No quiere comprender lo que va a sufrir? ¿Qué le está pasando, señor? Yo voy para el Absoluto

Bueno, advertido queda. Éstas fueron las palabras finales del Guardián, después se retiró solemnemente. Otra noche, fuera de mis cuerpos suprasensibles, en total ejercicio de funciones como Atman y "Hombre-Espíritu".

En pleno Nirvana, solitario me hallaba sobre la hermosa terraza de la mansión de las delicias en el rincón del amor. Yo vi a los habitantes de esa región en número siempre creciente, flotando en el espacio sagrado. Felices tomaron asiento en el jarafe lleno de perfumadas flores Algoritmia Divinal. Estro sublime, Númen inolvidable…

Repentista criatura ígnea tomó la palabra en nombre de la sacra cofradía y dijo: Hermano mío, ¿por qué os vais por ese camino tan duro? Aquí en el Nirvana somos felices, ¡quédate aquí con nosotros! Mi respuesta llena de gran energía fue la siguiente: No pudieron los animales intelectuales con sus tentaciones, mucho menos ustedes los Dioses. ¡Yo voy para el Absoluto!

Los inefables callaron y yo me retiré precipitadamente de aquella morada. Cualquier noche de esas tantas, encontrándome feliz en estado de Shamadhí, vi resplandecer con tintes purpúreos al Planeta Marte. Sus vibraciones eran ciertamente de carácter telepático; sentí en mi corazón tranquilo que se me llamaba urgentemente desde el núcleo central de aquella mole planetaria; ese centelleo resultaba inconfundible.

Presto me transporté vestido con el "To soma Heliakon" hasta las vivientes entrañas de aquel mundo. Vestido con el traje de las milicias celestes, resplandeciente me aguardaba "Samael", mi propia Mónada individual; mi Real Ser Intimo; el Regente Divinal de aquel planeta.

Reverente me prosterné ante el Omniscio, ínclito Señor de aquel lugar, y luego tomando la palabra dije: Aquí estoy, Padre mío ¿para qué me habéis llamado? ¡Tú, Hijo mío, te olvidas de mí! ¡No, Padre mío, yo no me olvido de ti! ¡Sí, Hijo mío, si a ti te entregaran la portería del Universo te olvidarías de mí! ¡Oh, Padre mío, yo he venido a besar tu mano y a recibir tu bendición!

El Omnimisericordioso me bendijo, y yo, hincado, besé su diestra. En el fondo del templo planetario aparecía un lecho de dolor. Posteriormente entré en profundas reflexiones: ¿Por qué elegí yo mismo el camino? ¿Por qué olvidé a mi Padre ante la terrible presencia del Guardián de los caminos?

Dieciocho años después, tronando y relampagueando rasgué mis vestiduras protestando por tanto dolor: “¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...” Una virgen del Nirvana me respondió: "Así es el camino que tú mismo escogisteis. Para nosotros, los habitantes del Nirvana, los triunfos son menores y por eso es evidente que sufrimos menos. Empero, como los triunfos serán mayores, tus sufrimientos también serán más intensos".

Cuando quise descansar un poco, los agentes del Karma me recriminaron diciendo: ¿Qué le pasa, señor?, ¿va usted a andar? ¡Circule, amigo! ¡Circule! ¡Circule! Pacientemente continué la marcha por la rocallosa senda que conduce a la liberación final.

Doctrina Gnóstica develada por Samael Aun Weor

Añadir un comentario