Camazot

Dios murcielago camazot¿Estáis enfermo?. ¿Queréis sanar a alguien?, Elegid entonces como motivo de Concentración, Meditación, Oración, Súplica, etc., al famoso Dios Murciélago de Aztecas y Mayas. Indubitablemente, este gran Ser es un Maestro de los Misterios de la Vida y la Muerte... Samael Aun Weor "Doctrina Secreta de Anáhuac"

En Chiapas existe el pueblo de Tzinacatlán habitado por los tzoctziles (gentes del murciélago) de la familia maya y en el valle de Toluca el pueblo de Tzinacantepec.  En el Popol Vuh (la Biblia Maya) el murciélago es un ángel que bajó del cielo para decapitar a los primeros hombres mayas hechos de madera, el murciélago celeste que aconsejó a Ixbalanqué y a Hunab Kú lo que debían hacer para salir victoriosos de la prueba de la caverna del dios murciélago.

Encontramos al tzinacan (murciélago) dibujado en estelas, códices, y vasijas mayas con la librea del dios del aire.  Se le ven el apéndice nasal y los dientes triangulares saliendo hacia abajo desde las comisuras de los labios. En los códices aztecas se le dibujaba en braseros, vasos y silbatos, siempre como los vampiros de tierra caliente del Sur de México.

La boca se caracteriza por los caninos y los incisivos inferiores tapados por la lengua que, en las urnas zapotecas, siempre aparece hacia afuera; las orejas grandes y bien formadas. Saliendo de las orejas, en forma de hojas, el tragus en jade; dedos cortos con garras hacia arriba para poder utilizar las ventosas de las palmas de las manos (las que le sirven al murciélago cuando se cuelga de superficies lisas) y su apéndice nasal en forma de silla de montar u hoja.

Los templos nahuas en forma de herradura estaban dedicados al culto del dios murciélago. Sus altares eran de oro puro y orientados hacia el Este. El dios murciélago tiene poder para curar cualquier enfermedad, pero también poder para cortar el cordón plateado de la vida que une el cuerpo al alma.  Los Maestros nahuas lo invocaban para pedirle curación para sus discípulos o para sus amigos profanos.

A la invocación asistían solamente iniciados que, en el interior del templo, formaban cadena alternando en ella hombres y mujeres sin tocarse las manos ni el cuerpo. Los extremos de la cadena comenzaban a ambos lados del altar y todos permanecían sentados en cuclillas con la espalda contra la pared.  En el altar, flores recién cortadas, y a sus lados, sobre dos pequeñas columnas talladas en basalto, sendos braseros de barro pintados de rojo, símbolo de la vida y de la muerte.

En los braseros ardían leños de ciprés (símbolo de inmortalidad) cuyo aroma se mezclaba con el del sahumerio de copalli, resinas olorosas y blancos caracoles marinos molidos. El maestro vestía la librea del dios del aire y maxtlatl alrededor de la cintura.  De frente, levantando las manos con las palmas extendidas, vocalizaba tres veces el mantra ISIS, dividiéndolo en dos largas sílabas, así... ISSSSSSSSSSSSSSS ISSSSSSSSSSSSSSS

Después, con un cuchillo de obsidiana con empuñadura de jade y oro, bendecía a los concurrentes y en silencio hacía la invocación ritual: «Señor de la vida y de la muerte, te invoco para que bajes a sanar todas nuestras dolencias». Silencio imponente sólo interrumpido por el crepitar del sahumerio; de súbito, un batir de alas y un aroma de rosas, de nardos, se extendía por todo el templo.

De los braseros salía una flama que se alargaba como queriendo alcanzar el cielo, y el Maestro y los asistentes se postraban hasta poner en tierra sus frentes. La deidad nahua de la muerte (el dios murciélago) bajaba ataviada con la librea del dios del aire, o en forma de búho, a las pruebas fúnebres del Arcano 13.

Trece escalones tenían las escalinatas de entrada a los templos de misterios nahuas y Huehueteotl, el Dios Viejo, tiene 13 mechones en su cabellera. Dentro del recinto donde se levantaba el Templo Mayor de Tenochtitlan existió un templo circular dedicado al Sol; orientado hacia el Este, su techo permitía que el Sol penetrara hasta su altar.  En el muro interior del fondo de ese templo se hallaba un gigantesco Sol de oro puro, representación visible de la gran Deidad invisible, Ipalnemoani.

Su puerta de entrada era la boca de una serpiente con fauces abiertas; de sus comisuras, curvos y amenazadores salían los colmillos y, en relieve, sobre el piso, grande y bífida lengua salía de la puerta del templo. En el frontispicio del templo, en relieve, abiertas fauces de otra enorme serpiente de afilados colmillos simbolizando al monstruo contra el cual tenían que luchar los Adeptos de la augusta Orden de los Comendadores del Sol.

Entre las cámaras secretas de este templo de misterios existió el tzinacalli (la casa del murciélago), espacioso salón con aspecto interior de sombría caverna donde tenían lugar los rituales de iniciación para alcanzar los altos grados de Caballero Ocelotl (tigre) y Caballero Cuauhtli (águila).

Sobre el dintel de la pequeña puerta disimulada en el muro interior del fondo de la caverna, la cual daba paso al templo, colgaba un gran espejo de obsidiana y frente a esa pequeña puerta ardía en el suelo una hoguera de leña de pino.

El candidato a la iniciación era llevado al tzinacalli donde quedaba solo a altas horas de la noche.  Se le había indicado que caminara a través de la obscuridad hacia la luz de una hoguera y que, frente a ella, hablara al guardián del umbral: «Soy un hijo de la Gran Luz; tinieblas apártense de mí». Los murciélagos comenzaban a revolotear y a chillar sobre la cabeza del candidato.

La leña de pino se iba apagando, sólo quedaba en ella el rescoldo, cuyo fuego se reflejaba en el espejo. De repente, ruidoso batir de alas, un alarido aterrador y una sombra humana, con alas de murciélago y maxtlatl alrededor de la cintura, emergía de la obscuridad amenazando con su pesada espada decapitar al intrépido invasor de sus dominios.

¡Ay del candidato que retrocedía aterrado! Una puerta, que hasta entonces había permanecido hábilmente disimulada en la roca, se abría en silencio y en el quicio aparecía un extraño señalando el camino del mundo de los profanos de donde el candidato había venido.

Pero si el candidato tenía la presencia de ánimo suficiente y resistía impávido la embestida de Camazotz (el dios de los murciélagos). La pequeña puerta, oculta frente a él, se abría suavemente y uno de los Maestros se adelantaba a su encuentro para descubrir e incinerar a la efigie del candidato modelada en papel de amate y oculta entre las sombras de la caverna mientras los demás Maestros daban al candidato la bienvenida y lo invitaban a entrar en el templo.

Ritual que simboliza a la muerte de las pasiones de la personalidad del iniciado en su paso de las sombras a la luz. A través de las pruebas de la ordalía a que eran sometidos los candidatos a iniciados en las antiguas escuelas de misterios nahuas, el alma animal de éstos se retrataba a veces como murciélago porque, como el murciélago, el alma de ellos estaba ciega y privada de poder por falta de luz espiritual, de Sol.

Como vampiros, los depravados y avaros se arrojan sobre sus presas para devorar las substancias vivas que hay en ellas y después, deambulando perezosamente, regresan a las sombrías cavernas de los sentidos, donde se ocultan de la luz del día como todos los que viven en las sombras de la ignorancia, de la desesperación y del mal.

El mundo de la ignorancia está gobernado por el temor, el odio, la codicia y la lujuria. En sus sombrías cavernas vagan los hombres y mujeres que sólo se mueven al vaivén de sus pasiones. Sólo cuando el hombre realiza las verdades espirituales de la vida, escapa de ese subterráneo, de esa maldita caverna de murciélagos donde Camazotz, que muchas veces mata con su sola presencia, permanece oculto acechando a sus víctimas.

El Sol de la Verdad se levanta en el hombre e ilumina a su mundo cuando este eleva su mente desde la obscuridad de la ignorancia y el egoísmo hacia la luz de la sabiduría y el altruismo. Símbolo de este estado de conciencia en el hombre son los ojos de águila que, sobre los dorsos de los pies de Coatlicue, tratan de ver hacia el infinito.

Del libro Magia Cristica Azteca Samael Aun Weor.

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