KoothoomiKout Humi

El Maestro Koot Hoomi es también muy conocido en occidente y pertenece al Rayo de la Sabiduría, es también de edades indescifrables, y tiene su santuario sobre las cumbres nevadas de los Himalayas.

Este es otro hijo de la Resurrección, sobre él tampoco tiene poder la muerte.

La inquietud espiritual de este siglo se inició, ciertamente, con la Maestra Helena Petronila Blavatsky.

No quiero decir que no hubiesen existido escuelas esotéricas en los siglos anteriores; lo que estoy señalando es que la inquietud esotérica contemporánea, comenzó con la labor iniciada por dicha Maestra.

Ella, realmente, estuvo en el Shangrila y su Maestro o Gurú fue el gran Maestro Kout Humi.

De joven se desposó con el anciano Conde Blavatsky, con quien no hizo vida marital; sólo permaneció a su lado unos pocos meses, viajando con él por Egipto, la India y el Tíbet, pues en aquel entonces era muy mal visto que una mujer viajara sola.

Durante esos viajes, conoció a su Maestro.

¿Que poseyó poderes extraordinarios? ¡Es verdad! ¿Que estuvo relacionada, espiritualmente y en forma personal, con los Maestros del Tíbet? ¡Es cierto!

Escribió obras notables, como “La Doctrina Secreta”, “Isis sin Velo”, “La Voz del Silencio”, etc.

Los duros sufrimientos que tuvo que soportar, se debieron precisamente a la dificilísima misión que se le encomendó: la de convencer escépticos, a quienes dio muestras de sus notables poderes psíquicos.

Ella fue la razón por la que el inglés Sinnet y el Maestro Kout Humi, iniciaron una importantísima correspondencia.

En cierta ocasión, a una petición del inglés, el Maestro contestó: “¿Está seguro de que si me viera personalmente, no perdería el interés que tiene por mi correspondencia?” ¡Así es como conocemos la sapiencia de los Maestros!

Les aseguro a ustedes que si vieran aquí al Maestro Hilarión, o Moria, o al Conde San Germán; si vinieran a vivir aquí con nosotros, en nuestro ambiente, los primeros días ustedes no saldrían de esas casas: los cinco millones de pseudoocultistas, espiritualistas y simpatizantes, se desvivirían por conocer a los Maestros. Después, ¡quién sabe si hasta el saludo les quitarían!.

Samael Aun Weor

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