El nacimiento del Hijo del Sol

El nacimiento del hijo del solTodos los pueblos solares han adorado la Luz, como símbolo de la Luz que emana del Padre, ya en su forma externa, en el astro rey, ya en la Luz espiritual del Maestro, del Iniciado que la encarna.

Por este motivo, los gnósticos primitivos de los primeros siglos del cristianismo ven en el Jesús histórico, la Luz que procede del Padre; y les sirve de inspiración a su vida, para transmitir el Arquetipo del Cristo Intimo, desde que nace en el iniciado, pasando los distintos procesos íntimos para salvar a esa alma.

Es por ello que vamos a estudiar todo este proceso, teniendo como inspiración los Evangelios Apócrifos, que narran la vida de Jesús Niño. Es a la luz de la Gnosis que podemos develar más profundamente estos sucesos, que no son históricos, sino eminentemente simbólicos, y que a nosotros nos sirven para comprender los milagros que se van operando en el iniciado que está viviendo estas experiencias íntimas.

Seguiremos los pasos del Cristo Intimo, a través del “Evangelio Armenio de la Infancia de Jesús”. Dicen que fue escrito por Santiago, hermano de Jesús, esto en sí ya nos está indicando que está en relación con la Gran Obra, pues nos dice el Maestro Samael que Santiago es el Patrón de la Gran Obra.

El Hijo del Padre, el Segundo Logos, desciende de su elevada región, y nace en el Alma Humana. Cuando la Divina Madre lo concibe se produce una gran turbación. “María dijo: mi alma se estremece y tiembla ante el pensamiento de que llevaré a Dios en mi carne, para darle a luz como a un hombre, y que mi virginidad continuará inviolable...

María dijo: Si la cosa es tal como la explicas, y el mismo Señor se digna descender hasta su esclava y a su sierva, hágase en mí según tu palabra.

No bien la Virgen hubo pronunciado aquella frase de humillación, el verbo divino penetró en ella por su oreja. Y la naturaleza íntima de su cuerpo animado fue santificada, con todos sus sentidos y con los doce miembros u órganos de sus sentidos, y quedó purificada como el oro en el fuego. Y se convirtió en un templo santo e inmaculado, y en la mansión del verbo divino. Y, en el mismo momento comenzó el embarazo.”

Con la concepción y encarnación del Hijo del Hombre, el Cristo Intimo, las distintas Partes del Ser penetran también en el Alma Humana, y conforme el niño va creciendo y haciéndose fuerte las va restituyendo a su primitivo estado, devolviéndoles la luz que han perdido, hasta que todas quedan fusionadas en El y El en el Padre.

La Madre Divina lleva al Niño de Oro en su vientre, mientras, la Luz y las tinieblas, las distintas Partes de Ser y los múltiples agregados psíquicos, saben que el nacimiento de este niño es trascendental para su supervivencia o muerte.

“María dijo: Me alegro y me entristezco, porque contemplo dos ejércitos compuestos de numerosos batallones: uno a la derecha y otro a la izquierda. Los soldados del que se encuentra a la derecha, muéstranse alegres, y los del que se encuentra a la izquierda, tristes.

El ángel dijo: Hoy día, los dolores de tu liberación están próximos. Las tropas que divisas a la derecha, compónelas todas las multitudes del ejército de los ángeles incorporales, que observan y esperan tu parto santo, para ir a adorar al niño recién nacido, hijo del divino y soberano de Israel. Las tropas que divisas a la izquierda son los batallones reunidos de la legión de los demonios negros vestidos, los cuales aguardan el acontecimiento con gran turbación, porque van a ser derrotados.”

Y llegó el momento más esperado, la encarnación del “Hijo del Hombre”, cuando Offerus se convierte en Cristóbal o Cristoforo, el Alma Humana con el Niño de Oro en su interior.

“Y mientras caminaba, vio que la tierra se había elevado, y que el cielo había descendido, y alzó las manos, como para tocar el punto en que se habían reunido cielo y tierra. Y observó, en torno suyo, que los elementos aparecían entorpecidos y como en estado bruto. Los vientos, inmóviles, habían suspendido su curso, y los pájaros habían detenido su vuelo... Así, en la hora del parto de la Virgen Santa, todas las cosas permanecían como fijadas en su actitud”.

Este acontecimiento maravilloso, trascendental, místico y milagroso tiene lugar bajo la presencia de la Divina Madre (María), el Alma Humana (José), en nuestra carne de pecado o naturaleza todavía animal (Eva, nuestra primera madre).

“Mirando más lejos, José vio a una mujer, que venía de la montaña, y cuyos hombros cubría una larga túnica. Y fue a su encuentro, y se saludaron... Y, mientras caminaban, José preguntó a la mujer: Te agradeceré me des tu nombre. Y la mujer repuso: ¿Por qué quieres saber mi nombre? Yo soy Eva, la primera madre de todos los nacidos, y he venido a ver con mis propios ojos mi redención, que acaba de realizarse...

Habiendo llegado a la caverna, se detuvieron a cierta distancia de la entrada. Y, de súbito, vieron que la bóveda de los cielos se abría, y que un vivo resplandor se esparcía de alto a bajo. Una columna de vapor ardiente se erguía sobre la caverna, y una nube luminosa la cubría. Y se dejaba oír el coro de los seres incorporales, ángeles sublimes y espíritus celestes, que, entonando sus cánticos, hacían resonar incesantemente sus voces, y glorificaban al Altísimo.

Y cuando José y nuestra primera madre vieron aquello, se prosternaron con la faz en el polvo, y, alabando a Dios en voz alta, le glorificaban, y decían: Bendito seas, Dios de nuestros padres, Dios de Israel, que, por tu advenimiento, has realizado la redención del hombre; que me has restablecido de nuevo, y levantado de mi caída; y que me has reintegrado en mi antigua dignidad. Ahora mi alma se siente engrandecida y poseída de esperanza en Dios mi Salvador.”

Doctrina gnóstica develada por Samael Aun Weor

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