Espiritualistas

Teosofistas rosacrucistasHijos de Acuario, ahora voy a contaros lo que eran los espiritualistas del siglo XX: Toda una horda de pseudosapientes se disputaban la supremacía más abyecta y abominable que haya conocido la historia del mundo.

Diariamente se fundaban nuevas escuelas que hacían las promesas más halagadoras y que realmente no tenían en el fondo más objetivo que los portamonedas. Rojistas, Teosofistas, Rosacrucistas, Espiritistas, Cherencistas.

Tentistas de Capirote, (y roscas similares en cada país), y sus más infinitas variedades de aromas y matices, se trababan en una lucha terrible por la supremacía, dentro de la más enconada competencia que nunca jamás antes se había conocido entre la mercadería de almas.

Por donde quiera aparecían constantemente innumerables impostores fingidos Maestros y hasta Avataras. Todos ellos asumían las poses pietistas más variadas, y pronunciaban las mas elocuentes conferencias que centenares de mentecatos aplaudían llenos de loco frenesí. Esos eran los espiritualistas del siglo XX.

¿Qué estudiaban? Teorías. ¿Qué leían? Teorías. ¿Qué sabían? Teorías.

Todos ellos estaban llenos de fornicaciones, adulterios, y cuando yo SAMAEL AUN WEOR los invitaba a la castidad y les enseñaba la poderosa sabiduría de la culebra sagrada, entonces llenos de miedo me contestaban que la Castidad Científica era un imposible, y así ni entraban ellos al Edén, ni dejaban entrar a los demás. Esos eran los espiritualistas del siglo XX.

Todos ellos rechazaban los mensajes de los mundos superiores, y solo se aplicaban a aquellas escuelas que les permitiesen fornicar. Esas gentes ni veían ni oían, ni entendían el lenguaje de la luz, y sólo sabían discutir teorías y más teorías. Esos eran los espiritualistas del siglo XX.

Cuando yo, Samael Aun Weor, comprendí el orgullo y vanidad de aquellas gentes, le di la espalda a esas camarillas de santurrones, y me fui con los hijos del pueblo.

Me fui con los humildes, con los sencillos, con los pobres parias de la vida, con los hijos del pueblo: ese pueblo torturado, ese pueblo abatido y humillado diariamente por los malvados, y lleno de euforia, exclamé: ¡Señor ¡Señor! ¡Señor! he aquí tu pueblo, tan sencillo y tan sabio como el signo de ACUARIO, tan grande como las pirámides de Egipto, tan fogoso y tan heroico como las gestas revolucionarias de los hijos del fuego.

Ahora si podemos exclamar desde las cumbres del Calvario: Deo juvanti. Hemos hecho una raza de Dioses. Hemos hecho una raza de héroes, una nueva progenie de Ángeles. ¡Guerreros, a la batalla!

QUE LA PAZ SEA CON LA HUMANIDAD ENTERA. 

Samael Aun Weor

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