QuetzalcoatlLa serpiente Sagrada

Extraordinarios símbolos se desenvuelven en torno a Quetzalcóatl, como es el caso del fuego sagrado, simbolizado por la serpiente de nuestros antepasados.

Existe el fuego con el que calentamos nuestros alimentos, el fuego del rayo, el de los volcanes; pero hay un fuego sagrado, podríamos decir el fuego del fuego, la llama de la llama, ese fuego al cual le rindieron culto todos los pueblos del mundo.

«El fuego quetzalcoatltiano se encuentra en el centro de toda unidad cósmica que surge a la vida, en el centro de toda constelación viviente, en el centro de todo planeta, de todo sol. Por eso es que Quetzalcóatl no ha perecido, nunca perecerá, y existe antes de que el universo existiera y seguirá existiendo, a través de la eternidad...»

Los persas le rendían un profundo culto al fuego, jamás dejaban que en sus altares se extinguiera. Las vestales griegas, mujeres dedicadas a el culto de la diosa Vesta, la diosa del fuego del hogar, eran extremadamente cuidadosas del fuego sagrado, hacían toda una ciencia de su cuidado.

Este fuego sagrado, al que hacemos referencia, es el mismo Inri de los cristianos, la luz astral de Eliphas Levi, el akasha de los sabios de la India, es un fuego que también se le llamó en la India Kundalini. Del mismo modo, lo encontramos representado en las luces de San Telmo que aparecían en los barcos durante la tempestad, es el Fohat entre los tibetanos, es el Tao chino y el Zen budista.

«Quetzalcóatl, se expresa en todo lo que es, ha sido y será, es el fuego que radica en todo núcleo universal...» Samael Aun Weor. “Nuestro Señor Quetzalcóatl”

Pero no está fuera de nosotros, se encuentra en la región del coxis, en el chakra Muladhara o fundamental, y tiene forma, precisamente, de serpiente; por tal motivo, es que Quetzalcóatl también lo representa. Lastimosamente, subyace dormido, esperando ser despertando a través de los méritos del corazón y los misterios de la magia del amor.

Es por eso, que una serpiente o “coatl” (símbolo del fuego sagrado), emplumada o “quetzal” (símbolo de que ha despertado), es el emblema perfecto del trabajo que tenemos que realizar.

Es necesario que volvamos a rendir culto al fuego, tal como lo hicimos en tiempos remotos, pero rendir culto al fuego sagrado con hechos contundentes en nuestra vida. Se hace indispensable prepararnos para que, día a día, seamos dignos de que ese fuego pueda despertar y desarrollarse en nosotros.

Un fuego sagrado similar, pero macro cósmico, subyace en el interior del mundo, en el noveno estrato. De allí, surge la vida de nuestro planeta. De igual forma, por ese fuego, que es séptuple, se sostiene todo lo creado; si dejara de existir, el mundo moriría.

En el micro cosmos, el ser humano, el fuego sagrado también es séptuple y subyace dormido; si reflexionamos en todo lo que puede hacer el fuego sagrado en el mundo, imaginémonos lo que podría hacer, dentro de nosotros, si lo despertamos.

«Lo adoraban como séptuple serpiente preciosa de plumas de quetzalli que, dormitando, caída en los abismos atómicos de la mujer y del hombre, en el coxis, espera ser despertada y levantada por la pareja perfecta.» 

Con ese fuego sagrado podríamos eliminar nuestros defectos psicológicos, tal como lo hizo nuestro señor “Colibrí Zurdo” (Huitzilopochtli) ya que empuñó una serpiente de fuego para derrocar a la representación de la lujuria, a “la de cascabeles en las mejillas” (Coyolxauxqui); o como lo hiciera Hércules al cercenar las cabezas de la Hidra de Lerna, con el mazo de la voluntad aplastaba las múltiples cabezas, y luego, con un fuego (el sagrado), las cercenaba para que no volvieran a nacer.

Así como el dios Vulcano en su fragua podía hacer las armaduras de los dioses, del mismo modo, nosotros, en la fragua encendida de Vulcano, a través del despertar del fuego sagrado, podemos construir esos cuerpos preciosos para la manifestación de nuestro Ser. Lo que tenemos ahora son cuerpos fantasmales, llamados lunares, son la casa del ego.

«Cuando la serpiente preciosa de plumas de quetzalli sube por en medio de la columna vertebral, se transforma en Quetzalcóatl, en el ave maravillosa de todas las transformaciones, en el ave Minerva, cuyos terribles secretos ningún iniciado puede revelar.» 

Samael Aun Weor. “Magia Crística Azteca”

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