Las huellas de los itzaes

Las huellas de los itzaesLos Itzaes, hechiceros del agua y guardianes de secretos, fueron uno de los pueblos Mayas más influyentes del Yucatán. Durante el Posclásico (900-1200 d.C.) levantaron ciudades que todavía hoy susurran leyendas entre la selva y la piedra. Su nombre Itzá: “brujo del agua” revela la fuerza de su misticismo religioso y su relación sagrada con los cenotes, espejos de lo profundo.

Es posible que el primitivo lugar de procedencia de los itzaes fuera El Petén, actual Guatemala, lugar al que volverían con el paso de los años. Allí, en Seibal, Ucanal y Motul de San José fueron encontrados textos glíficos en monumentos y cerámica que datan del siglo IX, con el nombre Canek y el título Itzá Ahau (Gobernante Itzá).

Posteriormente, estas mismas inscripciones aparecerán en Chichén Itzá. El nombre Canek pertenece al último linaje que gobernó a los itzaes hasta su conquista en 1697.

Cuando los españoles llegaron a la península de Yucatán, los Itzaes ya no estaban en Chichén Itzá su civilización había decaído en torno al siglo XIII se habían replegado hacia el sur, en el Petén (hoy norte de Guatemala). Los españoles dieron con la ciudad de Chichén Itzá en el siglo XVI. Los primeros en encontrarla y dar testimonio de sus maravillas fueron el conquistador Francisco de Montejo y el franciscano Diego de Landa. 

* Francisco de Montejo, adelantado del Yucatán, al internarse en la tierra de los itzaes hacia 1527, halló según refiere el cronista  López de Cogolludo grandes edificios de piedra, adoratorios y ruinas que testificaban la grandeza de un pueblo poderoso. López de Cogolludo describe cómo Montejo y sus hombres encontraron casas de piedra bien labradas, altares y vestigios de antiguos templos, ruinas que los naturales atribuían a sus antepasados.

Otro cronista de la época, Antonio de Herrera y Tordesillas, en sus Décadas, confirma que en la provincia de los itzaes se divisaban ‘grandes ruinas de casas reales’, señal de una civilización pasada que, pese a su destrucción parcial, conservaba templos y cenotes sagrados. 

En probanzas del adelantado y su hijo, recogidas en el Archivo de Indias, se menciona la existencia de adoratorios, pozos profundos y casas de piedra labrada en las cercanías de Chichén Itzá, ciudad que entonces era para los mayas un símbolo de poder antiguo y de resistencia.

Aunque Montejo no dejó crónica personal como la de fray Diego de Landa, su memoria pervive en estos testimonios de piedra y papel que relatan la huella de su paso por las ruinas de los itzaes.»

Por Merche Braojos

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