La transvalorización
Si uno no ama el trabajo, no es posible que se forme la conjunción con el Trabajo Esotérico Gnóstico. Si no hay conjunción del trabajo con nuestras vidas, obviamente no trabajaremos; eso es todo. Nos contentaremos con leer algunas obras, asistir a las conferencias, pero no trabajaremos, he ahí lo grave.
Cuando no se trabaja con la enseñanza que aquí nosotros damos y que hacemos comprender a través de nuestros libros, indubitablemente no se puede comprender el Trabajo Esotérico Gnóstico.
Recuerden ustedes la parábola del mercader del evangelio crístico, el caso aquel de un mercader que quiso apoderarse de una perla preciosísima, pero sucedió que no tenía, de momento, cómo apoderarse de la misma. ¿Qué hizo? Vendió todo lo que tenía, todos sus valores, vendió todo lo que poseía con tal de conseguir esa perla preciosa y la consiguió.
Así también, el Trabajo Esotérico Gnóstico es una perla preciosa. Para conseguirla tiene uno que dejar toda clase de intereses secundarios, abandonar todo lo que en el mundo pueda atraernos y dedicarse exclusivamente al trabajo.
Como quiera que poseemos diversos agregados psíquicos en nuestro interior, que personifican la codicia, la ira, la lujuria, la envidia, la gula, la pereza, etc., todos estos diversos elementos jalan en distintas direcciones, apuntan hacia los más diversos intereses, tienen su energía psíquica involucrada en tales o cuales intereses, en tales o cuales valores, etc.
Debe uno, naturalmente, liberar su energía psíquica involucrada en estos o aquellos valores. Si uno consigue liberarla, puede concentrarla en esa perla preciosa que es el Trabajo Esotérico Gnóstico.
Cuando uno libera su energía, cuando la saca de sus intereses materiales, de sus intereses egoístas, cuando la extrae de los deseos pasionales, cuando se la arranca a lo que no tiene importancia, cuando la concentra en una sola dirección, que es el Trabajo Gnóstico, obviamente se forma la conjunción con el trabajo, entonces se dedica uno de lleno al trabajo sobre sí mismo. Esto conduce, naturalmente, a la transformación radical.
Es necesario ir comprendiendo esto, si es que de verdad anhelamos la transformación. Indubitablemente, el amor por el trabajo, es básico. Al hablar de amor, tenemos que ser precisos en el análisis. No olviden ustedes que yo soy matemático en la investigación y exigente en la expresión. La palabra amor, en sí misma, es un poco abstracta; necesitamos especificarla para saber qué es eso que se llama amor. Ante todo, nos toca consultar un poco el evangelio crístico.
El gran Kabir Jesús dijo: “En que os améis los unos a los otros probaréis que sois mis discípulos”. También hay otra frase del gran Kabir muy interesante: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, o “no hagáis a otros lo que no queráis que os hagan a vosotros”.
Las gentes, al escuchar la palabra amor, sienten algo que les llega al corazón, pero como quiera que tienen la mentalidad en estado subjetivista, como quiera que no han dado objetividad a su pensamiento, obviamente no captan la honda significación de tal apalabra. Es necesario, inaplazable, entender qué es el amor.
Aquella frase de “no hagáis a otro lo que no quieres que te hagan a ti mismo” podría ser traducida así: “haceos conscientes de los otros y de ti mismo”. Aquella de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, podría ser traducida como “haceos conscientes de la divinidad que hay en vuestro interior y del prójimo y de ti mismo”.
Así pues, necesitamos hacernos conscientes de eso que se llama amor, que podría traducirse como conciencia. ¿Cómo podría uno amar a sus semejantes es decir, comprenderlos, si uno no es consciente de sus semejantes? Debemos hacernos conscientes de nuestros semejantes, si es que verdaderamente queremos comprenderlos, y solo comprendiéndolos sentiremos por ellos Amor. Pero, para podernos hacer conscientes de nuestros semejantes, debemos hacernos conscientes de sí mismos.
Si un hombre no es consciente de sí mismo, ¿cómo va a hacerse consciente de sus semejantes? Y, si no es consciente de sus semejantes, ¿cómo podría comprenderlos? Y, si no los comprender, ¿cuál será su conducta con relación a ellos? Esto es importante. En el Trabajo Esotérico Gnóstico tiene que haber afecto por el trabajo, pero no podría haberlo si no comprendiéramos; comprensión es fundamental.
Prosiguiendo con estas disquisiciones, diremos lo siguiente; hay tres clases de amor. Cuando a unos discípulos pregunta Jesús el Cristo qué clase de amor sentían por él, nosotros debemos entender un poquito a fondo esta cosa, porque existe el Amor puramente Sexual, existe el Amor puramente Emocional, y existe el Amor Consciente. Nosotros decimos: “Amor es Ley pero Amor Consciente.”
Muchas gentes se entienden por el sexo nada más, esto es Amor Sexual. Otras hay que tienen su centro de gravedad en la emoción, es decir, cultivan el Amor meramente Emocional. Tal Amor meramente Emocional entre dos personas, indubitablemente gira hacia el odio, o viceversa, es inestable, está lleno de amarguras, pasiones, celos, etc. Por tanto, no podría clasificarse como Amor Juicioso en el sentido más completo de la palabra.
Incuestionablemente, solo el Amor Consciente merece nuestra veneración. Pero, para que exista el Amor Consciente, se hace indispensable ante todo, trabajar sobre sí mismos, para eliminar los “elementos psíquicos indeseables” que en nuestro interior cargamos. De lo contrario, no habría Amor Consciente en nosotros.
¿Como podría tener Amor consciente alguien puramente emotivo, un sujeto “X” lleno de celos, de recelos, etc.? Para que ese Amor Consciente nazca, hay que eliminar los “elementos” de la pasión, los celos, las riñas, etc., hay que eliminar los “elementos” puramente sensuales, etc., hay que aprender a colocarse siempre en el punto de vista ajeno. ¡Cuán difícil es aprender a colocarse en el punto de vista ajeno, cuan difícil! Quien aprende a sentir Amor Consciente, sabe colocarse en el punto de vista ajeno.
Aquello de “no hagáis a los otros, lo que no queráis que os hagan a vosotros”, debe traducirse por: “haceos conscientes de los demás y de vosotros mismos”. Sí uno no se coloca en el punto de vista ajeno, fracasa totalmente, no llegará a amar conscientemente jamás a nadie. Pero, para colocarnos en el punto de vista ajeno, tenemos que dejar a un lado el amor propio.
Desgraciadamente, las gentes han sido fabricadas con el modelo del amor propio.
Es obvio que nosotros debemos, capa a capa, ir eliminando de sí mismos los distintos aspectos del amor propio. Gran parte de eso que se llama “Amor”, que el hombre siente por la mujer, o viceversa, en el fondo no es más que una extensión del amor propio. El “yo” del amor propio debe ser aniquilado, debe ser desintegrado, debe ser reducido a cenizas, si es que en verdad nosotros queremos aprender a ver el punto de vista ajeno.
Normalmente, nadie sabe ver el punto de vista ajeno, nadie sabe situarse en el puesto de los demás; cada cual está tan dominado por el “yo” del amor propio, que ni remotamente se le ocurre pensar en colocarse en el puesto ajeno, en el punto de vista de los demás.
Si uno elimina de sí mismo el “yo” del amor propio, da un gran paso, y si consigue eliminar aquellos agregados psíquicos que personifican claramente a la arrogancia, la superioridad y la intolerancia, obviamente realizaríamos extraordinarios avances, porque la arrogancia, eso que nos hace sentirnos personas muy grandes, que nos hace comportarnos ante los demás de una forma hasta déspota, es óbice para el despertar de la conciencia. Una persona arrogante no podría jamás amar a sus semejantes. ¿Cómo los amaría?
La superioridad. ¿Qué diremos de ese “yo”? ¿Por qué hemos de sentirnos tan importantes frente a los otros, ante el prójimo, si nosotros no somos más que míseros gusanos del lodo de la tierra? Eso de la superioridad, de creernos superiores a los otros, es óbice para el despertar. En cuanto a la intolerancia, ésta nos conduce a la crítica; vemos los defectos del prójimo, pero no vemos los nuestros; vemos la paja en el ojo ajeno, pero no vemos la viga en el nuestro. Sólo cuando uno se coloca en el punto de vista ajeno, entonces aprende a ser más tolerante con el prójimo, y como resultado desaparece la crítica destructiva y perjudicial.
Se hace necesario, pues, aprender a colocarnos en el punto de vista de los demás. ¿Que fulano de tal robó? ¿Estamos seguros de no haber robado a alguien jamás? Quién podría decirlo? ¿Que fulano de tal adulteró? ¿Estamos seguros de que jamás en la vida hemos adulterado? ¿Que zutano está cometiendo tales o cuales desordenes? ¿Estamos seguros de no haberlos cometido nosotros?
Claro, cuando uno desarrolla la tolerancia, esa crítica destructiva desaparece. Así que se necesitas desarrollar la tolerancia, pero para que la tolerancia se desarrolle en nosotros hay que eliminar los agregados psíquicos de la intolerancia; sólo así podrá nacer en nosotros la tolerancia. Eso es claro, completo en el sentido transcendental de la palabra. Uno se admira al ver como se critica al prójimo Si nos colocáramos en el punto de vista del prójimo, si por un momento cambiásemos nuestra personalidad por la del prójimo, entonces no criticaríamos.
Resulta muy importante aprender a colocarnos en el punto de vista ajeno, en el puesto del prójimo; eso es indispensable. Desgraciadamente, las gentes no saben ver el punto de vista ajeno, y por eso, fallan lamentablemente. Incuestionablemente, la Conciencia es lo interesante.
La Consciencia es Amor; Amor y Conciencia son dos partes de lo mismo. Si uno se propone de verdad hacerse consciente de sí mismo, se hará consciente de los demás. Causa asombro, por ejemplo, los torturadores del prójimo, aquellos que torturan a otros. ¡Cuan inconscientes son! Porque al estar torturando a otros, a sí mismos se están torturando. Si uno tortura a otra persona, más tarde será torturado, es el peor de los negocios.
Uno tiene que ver todos esos aspectos, si quiere en realidad realizar progresos en el campo del Ser. Cuando uno viene al Trabajo Esotérico Gnóstico, hay una pugna espantosa entre los valores pasados y el trabajo que hay que realizar. Como les dije, existen múltiples intereses; dentro de nosotros hay múltiples agregados psíquicos apuntando hacia diversos intereses de orden económico, político, social, pasional, etc., y eso precisamente, impide que se entre de lleno en el Trabajo Esotérico Gnóstico. Pasar de una fase a otra, en que uno deje todo por el Trabajo Esotérico, es lo radical, lo definitivo.
Desgraciadamente, las gentes no piensan así. Por lo común, los estudiantes pasan largo tiempo entre el pasado y el futuro; entre los valores pasados y el Trabajo Esotérico Gnóstico. Se forma una especie de algo amorfo, incoherente, en el que se quiere trabajar, pero a lo que uno no se entrega de lleno. Conclusión: la gente pierde mucho el tiempo. Hay unos, sin embargo, que se resuelven a dejarlo todo por la “perla preciosa”. Se necesita una transvalorización de la vida, de los valores que en ella tenemos, para podernos después dedicar al trabajo serio sobre sí mismos.
Esto de la transvalorización es importante. ¿Qué se entendería por transvalorización? ¿Cuál sería el significado de la transvalorización? Pues uno valoriza a todos sus intereses, pero la transvalorización va más lejos, es llegar a comprender, por medio de ella, de que sus intereses económicos, sociales etc., son inútiles y vanos, y que el trabajo es más precioso que todo. La transvalorización le lleva a uno a abandonar muchísimos intereses de orden egoísta, para dedicarse uno de lleno al Esoterismo Gnóstico Transcendental.
Obviamente, lo fundamental es la aniquilación budhista. Los teósofos le tienen horror a tal frase: “dejar de existir, dicen, aquí y en todos los mundos, es doloroso”. Pero se necesita pasar por la Gran Aniquilación, no tener miedo a la muerte. Desafortunadamente, las gentes temen a la muerte, y ofrecen, inconscientemente, resistencia a estas enseñanzas.
Ustedes mismos que me están escuchando, ¿están seguros de no estar en este momento ofreciendo alguna resistencia a la explicación que estoy dando sobre el Trabajo Esotérico Gnóstico? ¿Están seguros algunos de ustedes, de no estar aburridos en este momento, de no estar bostezando? ¿No sienten que se vuelve un poco árida la enseñanza?
En cambio, si yo me pongo a hablarles en este momento sobre la lotería o sobre cómo mejorar la situación económica, o cómo lograr el éxito en el amor, o algo así por el estilo, les aseguro que no bostezarían. Pero al referirme directamente al Trabajo sobre sí mismo, a eso que se llama “aniquilación budhista”, incuestionablemente, en el fondo de cada uno de ustedes, se opone una resistencia. ¿Por qué? Porque de ninguna manera el Ego quiere dejar de existir; el Ego rechaza este tipo de enseñanzas, porque apuntan contra su misma existencia. ¿Hay alguno de ustedes que tenga ganas de no existir? Ustedes quieren existir aquí y en el “más allá”.
Algunos de ustedes diría: bueno, yo no tengo ganas de existir en el mundo físico, quisiera desencarnar; pero, ¿con qué secreto deseo piensan así? Sencillamente porque anhelarían vivir en los Mundos Superiores, eso es claro, pero en una situación un poquito mejor. ¿Por qué los curas tienen tanta gente? Porque los curas no le ofrecen la Doctrina de la aniquilación budhista a sus afiliados; les ofrecen el Cielo mediante unos pagos, con eso les dan el pasaporte para el cielo, una vida cómoda en el “más allá” gozando de toda clase de honores. Si la viuda, por ejemplo, deja una buena fortuna a la parroquia, se le da a cambio el pasaporte para el Cielo, eso es claro.
Puede haber sido el individuo un gran asesino, un criminal, pero basta que se confiese al “señor cura” para que se le dé el pasaporte para el Cielo. Ahora, si deja algún dinerito más al señor cura se iría derechito al Cielo, ni siquiera pasaría por el Purgatorio, sería feliz. Eso atrae, gusta a la gente, tiene “mucho juego”, porque al Ego no le gusta que nadie le ponga una pistola en el pecho.
Por ejemplo: a mí me “llueven” cartas de todo Centro-América, de todo Sur-América; me preguntan por chacras, por iniciaciones, por poderes, posiciones sociales, posiciones del mismo Movimiento Gnóstico, situaciones económicas, cuestiones de amores, etc., pero muy rara vez en la vida he recibido alguna carta preguntando por la disolución del Ego; todas piden poderes, grados, iniciaciones, dinero, posiciones, etc., pero con gran dolor, no encuentro una carta de alguien que esté entregado de lleno a la muerte del “sí mismo”. Sí señor; morir, no vivir.
Todos, aunque sean “magos negros”, no importa, pero vivir es lo que quieren, ser un gran señor, poderoso, pero sin tomarse la molestia de morir. Y resulta que solo con la muerte adviene lo nuevo; si el germen no muere, no nace la planta. Pero no quieren entenderlo: unos se quejan en sus cartas, me dicen que todavía no logran salir conscientemente cuerpo Astral, que quieren estar iluminados, que todavía no consiguen recibir los mensajes de los Mundos Superiores, etc., y otros muchos casos.
No quieren darse cuenta de que la iluminación no se logra si antes no se ha liberado la conciencia; no quieren darse cuenta de que la conciencia no se emancipa, jamás, si no se destruye primero el Ego. Esos no quieren darse cuenta, ellos quieren estar Iluminados, pero no quieren Morir.
¿De qué sirven esas escuelas que no enseñan la muerte del “mí mismo”? La iluminación, la emancipación, no viene sino con la muerte del “mí mismo”. De manera que, si uno no muere, está perdiendo el tiempo miserablemente. Para morir en sí mismo, tiene uno que amar este trabajo, tiene que sentirle afecto, tiene que sentir cariño.
La conciencia, enfrascada en el Ego, entre los distintos agregados psíquicos que constituyen el “mí mismo” se procesa en virtud de su propio condicionamiento. Indubitablemente, mientras uno tenga la Conciencia embutida entre el Ego, es normal poseer una psiquis anormal.
Constantemente se oyen casos de gentes que son llevadas por los extraterrestres, seres del espacio. Aquellos que han viajado, que han sido llevados en naves cósmicas, de regreso siempre han manifestado que estuvieron metidos dentro del laboratorio de alguna nave de esas. Siempre se les examina dentro del laboratorio, y después se les deja en paz; se les da un paseo y después se les trae de regreso al lugar de donde se les tomó. Es claro que esas grandes naves cósmicas, manejadas por hermanos de otros mundos, poseen laboratorios maravillosos.
Pero, ¿por qué llevan a los terrícolas y los meten dentro de los laboratorios? ¿A ustedes no se les ha ocurrido pensar alguna vez en eso? Pues, sencillamente, porque los terrícolas son criaturas que tienen la psiquis en estado anormal, no son personas normales, son criaturas de una psiquis muy extraña, muy rara, viven en estado sonambúlico. Ese es el motivo de los motivos, es obvio. Son tratados un ratito y metidos en los laboratorios de las naves cósmicas.
A los extraterrestres les llama mucho la atención ver esos anormales de la Tierra, y se los llevan para estudiarlos dentro de los laboratorios. Los terrícolas son seres anormales, esa es la cruda realidad de los hechos. Ahora se explicarán ustedes todo esto con claridad. Uno viene a tener una psiquis normal cuando ha trabajado sobre sí mismo; antes no es posible.
En tiempos arcaicos de nuestro mundo, la psiquis de los seres tricerebrados era normal; entonces la humanidad estaba a tono con las otras humanidades planetarias. Pero, desgraciadamente, después de la aniquilación del abominable órgano Kundartiguador, que le fuera dado a la humanidad con el propósito de establecer la estabilidad de la corteza geológica de la Tierra, la psiquis se volvió anormal, porque las consecuencias de ese abominable órgano quedaron depositadas en los cinco cilindros de la máquina orgánica. Esas consecuencias constituyen eso que se llama Ego. La Conciencia, embutida en el Ego, comenzó a funcionar de manara anormal, y sigue de forma anormal, desgraciadamente.
Así pues, que el propósito de nosotros es, crear criaturas normales, sacarlas del estado de anormalidad psíquica en que encuentran. Vean ustedes las diversas anormalidades terrícolas: una de ellas es la intolerancia. Es grave mirar el defecto ajeno y no ver el defecto que cargamos. Si a otros endilgamos tal o cual error, muy sobrado lo tenemos nosotros. La crítica sobre las actitudes, pensamientos o proyectos de nuestros semejantes, sin evidencia previa, es una anormalidad.
Si uno ve, por ejemplo, en un semejante tal o cual actitud, ¿por qué lanzar juicios sobre la misma? Los hechos, en sí mismos, pueden ser entendidos cuando se les examina con el sentido de la auto-observación psicológica; pero si nosotros no usamos el sentido de la auto-observación psicológica, ¿Cómo podríamos entender de forma íntegra los hechos? A medida que avanzamos nosotros en el camino de estas disquisiciones, nos damos cuenta de que nuestros semejantes son anormales: que fulano dijo, que perencejo había dicho, que menganejo dijo, eso no se ve sino en nuestro mundo Tierra. Aquello del “dicen que se dice” entre gentes normales no se ve, entre gentes normales no existe la “chismografía”, eso es propio de un mundo donde las gentes no son normales.
Observen como reaccionan las mentes unas sobre otras. Hemos podido observar como fulano de tal dice tal cosa; alude a zutano. Zutano reacciona violentamente, se siente herido, es anormal. En un mundo avanzado del espacio, fulano dice a zutano tal cosa y zutano guarda silencio, no discute, porque cada cual es libre de decir lo que quiera.
En cierta ocasión platicaba yo eso fue hace unos 30 años en los Mundos Superiores con el Ángel Anael sobre determinada cualidad que creía yo poseer y todavía no poseía. Anael con justa razón, después de cierta observación, me hizo ver mi equivocación, pero estaba todavía acostumbrado a la discusión al estilo terrícola, y entonces le hice un poco de objeción, apelé a toda la dialéctica habida y por haber, quise “darle en la torre” como se dice; Anael permaneció escuchándome sin decir una sola palabra.
Cuando, ¡ay! terminé yo mi discurso, cuando mi “catilinaria cicerónica” hubo concluido, se postró reverentemente, dio la espalda y se retiró. No dijo una sola palabra. El había dicho todo lo que tenía que decir y me dejó a mí para hablar lo que quisiera hablar; hablé todo lo que me vino en gana hablar, claro está, ¿Cuántas cosas le dije? Muchas, pero El respetuosamente guardó silencio, me escuchó con decencia, dio la espalda y se fue.
En otra ocasión platicaba con Sivananda en los Mundos Superiores. Recuerdo que estaba dando una plática, conferencia. Hablaba yo sobre el Tantra y el Tantrismo, sobre el “secreto secretorum” del laboratorio alquimista. Fue entonces cuando fuimos de inmediato visitados por Sivananda; estaba recién desencarnado. Dijo: “¿No veis? Por eso es que ustedes están vulgarizando la Enseñanza”, es decir, que entregáramos nosotros la llave de la Alquimia.
“No se puede vulgarizar la Enseñanza”. En tono desacostumbrado, comencé nuevamente la discusión; en forma insólita le dije: “estoy dispuesto a responder todas las preguntas, queda abierta la discusión”. Sivananda tuvo el buen sentido, a pesar de ser terrícola, de sentarse al estilo oriental y entrar en profunda meditación. Instantes después sentía que alguien me estaba escarbando la cabeza por dentro. Miré, y estaba el yoguin en profunda meditación.. Pasada su meditación, se puso de pie, se acercó hacia mí, me abrazó y me dijo: “Ahora ya comprendí el mensaje que tú estás entregando a la humanidad.
Estoy de acuerdo contigo, Samael, y voy a recomendar que lean tus libros, voy a recomendarlo al mundo entero, ya lo comprendí todo”. Yo también le abracé a él, y le dije: “Te estimo también mucho, Sivananda”. Claro, Sivananda es terrícola, pero es un terrícola un poco más juicioso que los otros terrícolas. Por lo menos ya tiene actitudes de no ser terrícola, actitudes místicas extraordinarias. Así pues, mis queridos hermanos, uno se vuelve comprensivo cuando disuelve los “yoes”, eso es obvio.
Cuando uno aprende a ver el punto de vista ajeno, se hace tolerante, desaparece el sentido ese de la crítica destructiva, etc. Uno se vuelve normal cuando destruye al “ego”, y comienza a actuar en forma diferente, completamente distinta a los demás.
Pero ver como reaccionan los unos sobre los otros, es algo que causa dolor. Si alguien dice algo, el otro reacciona, se siente aludido, y eso no se ve sino en nuestro mundo, donde hay psiquis anormales, porque donde hay psiquis normales, no se ven esas reacciones. Así pues, reflexionen ustedes; piensen, amen el Trabajo Esotérico; pero si ustedes no llegan a amar el Trabajo Esotérico, no trabajarán nunca sobre sí mismos.
Si ustedes no llegan a amar realmente el Trabajo Esotérico, nunca habrá conjunción de sus vidas con el trabajo, y si no hay conjunción de sus vidas con el trabajo, jamás, en realidad de verdad comprenderán el trabajo. Se necesita comprender.
Los instructores solo queremos que ustedes pasen por la aniquilación budhista, que sus conciencias despierten. En tanto ustedes no hayan pasado por la Gran Aniquilación, van muy mal. Si me preguntaran ustedes como van, yo les diría que mal. ¿Por qué? Porque les veo vivos y eso es lo grave. Mientras uno está vivo no puede comprender a otro, no puede realmente hacer investigación auténtica, anda en el mundo del intercambio de opiniones subjetivas, los conceptos que emite resultan incoherentes, no exactos.
Cuando uno muere deja de existir aquí y en todos los mundos. Así es como queda realmente muerto. ¿No creerán ustedes que así, vivos como están podrán alcanzar el Nirvana? Pues obviamente, no. El Nirvana es el cielo, por eso es que los mismos budhistas han dicho: “La disolución del “yo” es el Nirvana”, eso es fundamental.
Hoy les he recalcado sobre el trabajo. Como tarea les pongo la disolución del “yo”, del amor propio, que es fundamental, y de esos otros “yoes” que se llaman intolerancia, arrogancia, importancia. ¿Sentirnos importantes? Ninguno de nosotros es importante. La arrogancia, la importancia y la intolerancia, son óbices para el amor al prójimo. Se hace indispensable que ustedes eliminen el amor meramente emocional y logren el amor consciente, eso es fundamental. El amor emocional está lleno de celos, de pasiones; eso no es amor, más bien es dolor, dispénseme el término. Se necesita del amor consciente; «amor es ley, pero amor consciente»
Aunque me haga cansón son algunas repeticiones, debo decirles a ustedes que debemos aprender a amar a nuestros semejantes. No podrían amarles si no les comprendiéramos, y no podríamos comprenderles si no nos hacemos conscientes de ellos, si no nos hiciéramos conscientes de sí mismos; no podría hacerse consciente de sí mismo si no es capaz de eliminar los “yoes” de los que he hablado esta noche: del amor propio, de la intolerancia, de la arrogancia. Comprendan, desintegren esa clase de elementos.
Desintegren el de la auto-importancia, porque nosotros no somos importantes. Ni yo mismo, que soy el Presidente Fundador del Movimiento Gnóstico, a sí mismo podría considerarme importante. Considera que soy un vil gusano del lodo de la tierra, y eso es todo. No pienso ni quiero pensar que sea más grande que ustedes, soy un servidor de ustedes, pero nada más; un humilde servidor.
Mientras tengamos nosotros el sentido de la auto-importancia, marcharemos por el camino del error. Hasta aquí mi plática de esta noche, si alguno de ustedes tiene algo qué preguntar, puede hacerlo con la más entera libertad. P.- Venerable Maestro Samael: ¿Cómo haría uno para enseñarle a un niño siendo un instructor de un kínder? ¿Cuáles serían las bases para que esos pequeños entendieran el amor hacia el prójimo, o que pudieran ir cultivando esos valores?
R.- Realmente amor hacia el prójimo es algo que suena muy romántico, muy hermoso. “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” Pero si no entendemos las palabras del Gran Kabir Jesús, la frase no pasa de ser más que bella, eso es todo. Ya dije, para amar a los demás hay que, realmente, tener conciencia. Amor y conciencia son lo mismo. Conciencia es amor, si uno no tiene conciencia de los demás, obviamente no está amando a los demás. Uno tiene que hacerse consciente de los demás. ¿Cómo se haría uno consciente de los demás si no se ha hecho consciente de sí mismo? Tiene que empezar por hacerse consciente de sí mismo antes de hacerse consciente de los demás.
A medida que uno se vaya haciendo consciente de sí mismo, consciente de sus propios errores, consciente de sus propios defectos, etc., entonces se va haciendo consciente de los demás. Cuando uno se hace consciente de los demás y de sí mismo, ya no critica, ya no dice: “fulano de tal es un ladrón, zutano es un matón”, ya no lo dice, tiene consciencia de sí mismo y sabe que muchas veces ha robado, que muchas veces ha matado.
Ya no dice: “fulano de tal es un hablador, es un chistoso; sabe que muchas veces ha hablado, que muchas veces ha sido chistoso. Así, a medida que uno vaya tomando consciencia de sí mismo, aprenderá también a colocarse en el puesto de los demás aprenderá uno a ver el punto de vista ajeno, es decir, se hará comprensivo con los demás. Eso es amor bien entendido. Si uno no tiene consciencia de los demás, pues no está amando.
P.- Venerable Maestro, en su disertación nos ha hablado de que debíamos valorar el trabajo, y nos puso el ejemplo de la perla preciosa. En una situación muy personal se presenta ahora la ocasión de estudiar, académicamente, la psicología, y ¿sería retroceder si me dedicara a estudiar estos aspectos, digamos académicos, cuando ya he tomado la decisión de dedicarme a la Misión? Quisiera que me diera una respuesta real con relación al propósito que tengo de la Obra.
R.- Bueno, incuestionablemente, la psicología académica marcha por caminos equivocados, desgraciadamente. Ahora bien, no se trata de meterse teorías equivocadas en la cabeza, se trata de dañarse la cabeza tontamente, pues es absurdo. La verdadera psicología debe estar dedicada a la auto-exploración del Ego, conocimiento de los agregados psíquicos que en cada uno de nosotros hay, la eliminación de esos agregados. En una palabra, a la auto-exploración profunda, directa, sin necesidad de teorías absurdas.
P.- Venerable Maestro, quizá uno busca el estudio por algún medio subjetivo, por ejemplo, como el amor propio. R.- Pues el estudio no perjudica a la mente. Pero si uno se fija, uno tiene que seleccionar sus alimentos, los alimentos que lleve al estómago; obviamente, también tiene que seleccionar el tipo de conocimientos que va a meter en su pobre cerebro.
PRACTICA a/ — Objetivo fundamental: La transvalorización de la vida, de los valores que en ella tenemos, para podernos después dedicar al trabajo serio sobre nosotros mismos.
El estudiante deberá hacer un inventario de aquellos aspectos psicológicos, egoístas, que le impiden concentrar toda su atención en el Trabajo Esotérico Gnóstico. Hecho esto, y mediante la práctica que se dará a continuación, el aspirante suplicará la ayuda de Devi Kundalini, de su Madre Divina Individual, particular, a fin de comprender y luego eliminar los “elementos subjetivos” o “yoes” que lo alejan, como ya se dijo, del trabajo sobre sí mismo.
b/ En su libro titulado “Curso Esotérico de Kábala”, en el capítulo II, el V.M. Samael nos dice: “Os habéis olvidado de vuestra Divina Madre Kundalini. Necesitáis adorar a la Divina y Bendita Diosa Madre del Mundo. Habéis sido ingratos para con vuestra Madre Cósmica.” “Estudiad en el libro sagrado de vuestra Divina Madre. Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá”.
1º Acostáos en vuestro lecho, boca arriba, con al cuerpo todo relajado.
2º Adormeceos, meditando en la Serpiente Sagrada que está en el chacra coxígeo.
3º Orad con todo vuestro corazón, meditando en la siguiente plegaria: “Sé tú, oh Hadit, mi secreto, el misterio gnóstico de mi Ser, el punto céntrico de mi conexión, mi corazón mismo, y florece en mis labios fecundos hecha Verbo. Allá arriba, en los Cielos infinitos, en la altura profunda de lo desconocido, el resplandor incesante de luz es la desnuda belleza de Nuit; Ella se inclina se curva en éxtasis deleitoso para recibir el ósculo del secreto deseo de Hadit. La alada esfera y el azul del cielo son míos.”
4º A continuación, y sin perder la concentración en le Chacra Fundamental, ubicado en el cóxis, se hará el siguiente Mantra: O AO KAKOF NA KHONSA O AO KAKOF NA KHONSA O AO KAKOF NA KHONSA