Reencarnación egipcia

KefrenEn estos momentos me viene a la memoria una reencarnación egipcia.

Ciertamente yo (Samael Aun Weor) nací y viví allí durante la dinastía del faraón Kefrén.

Aunque mis palabras puedan parecer enigmáticas y extrañas, en verdad os digo que mi cuerpo físico no murió y sin embargo fue al sepulcro.

¿Catalepsia? ¡Si! ¿De qué tipo? Imposible explicaros eso pues ahora vosotros no la entenderíais.

¡Ah! pero mi caso ciertamente no fue una excepción; muchos otros hierofantes pasaron al sepulcro en estado cataléptico.

Que un tipo muy especial de momias continúen vivas y sin alimento alguno, pero con todas sus facultades naturales en suspenso, es algo que en modo alguno debe sorprendernos.

Es obvio que mi alma se escapó del cuerpo; es incuestionable que ese tipo muy especial de momificación no fue óbice para continuar mi ciclo de reencarnaciones.

Yo me alejé de la momia, o mejor dijéramos mi alma se emancipó de aquel cuerpo momificado. Mi alma vestida con sus vehículos superiores continuó en el Amenti y después siguió reencarnándose en distintos lugares del mundo.

Sin embargo, aún existe un hilo simpático magnético que en alguna forma mantiene cierta relación entre mi alma y la momia.

A veces mi espiritu se mete entre el cuerpo aparentemente muerto; entonces es obvio que dicho vehículo sale momentáneamente de su estado cataléptico.

Mi humana personalidad actual no es óbice para esta clase de experimentos; nadie puede estorbar al espíritu. Él puede sacar la momia de entre la sepultura sumergiéndola dentro de la cuarta dimensión.

Él puede abandonar la cuarta dimensión y entrar en este mundo de tres dimensiones para visitar a alguien. Él conoce la región de los canales y de las corrientes, el húmedo lugar, la antesala de esta región química en que vivimos. Él sabe abrir la puerta de Keb que da acceso a la región del aire.

Él tiene poder para llamar a los seres mágicos, con cuyo auxilio puede penetrar en la región de los cinco sentidos para hacerse visible y tangible ante alguien.

Después de tales experimentos mi espíritu puede hacer regresar la momia a su sarcófago. Después de mi muerte mi alma podría reincorporarse definitivamente a esa momia si Tum así lo quisiera.

Entonces tal cuerpo saldría del estado cataléptico definitivamente y mi alma, vestida con esa carne, podría vivir como cualquier persona, viajando de país en país. Volvería a comer, beber, vivir bajo la luz del sol, etc. Dicha momia sería sacada definitivamente de entre su sepulcro a través de la cuarta dimensión.

Yo estuve reencarnado en la tierra sagrada de los faraones durante la dinastía del faraón Kefrén. Conocí a fondo todos los antiguos misterios del Egipto secreto, y en verdad os digo que jamás he podido olvidarlos. En estos precisos momentos vienen a mi memoria acontecimientos maravillosos.

Una tarde cualquiera, no importa cual, caminando lentamente por las arenas del desierto, bajo los ardientes rayos del sol tropical, atravesé silente como un sonámbulo una calle misteriosa de esfinges milenarias ante la mirada exótica de una tribu que desde sus tiendas me observaba.

A la sombra venerada de una antiquísima pirámide, hube de acercarme un momento para descansar brevemente y arreglar con paciencia las correas de una de mis sandalias. Después, diligente busqué con ansia la augusta entrada; anhelaba retomar el camino recto.

El guardián, como siempre, estaba en el umbral del misterio, imposible de olvidar aquella figura hierática de rostro de bronce y salientes pómulos. Ese hombre era un coloso... en su diestra empuñaba con heroísmo la terrible espada, su continente era todo formidable y no hay duda de que usaba con pleno derecho el mandil masónico.

El interrogatorio fue muy severo: ¿Quién eres? Soy un suplicante que vengo ciego en busca de luz. ¿Qué deseas? Luz. ¿Qué necesitas? Luz volví a responder. Muy largo sería transcribir aquí dentro del marco de este relato, todo el ya concebido examen verbal.

Después, en forma que yo califico violenta, se me despojó de todo objeto y hasta de las sandalias y de la túnica.

Lo más interesante fue el instante en que aquel hombre hercúleo me tomó por la mano para meterme dentro del santuario; inolvidables fueron aquellos instantes en que la pesada puerta giró sobre sus goznes de acero produciendo ese DO misterioso del viejo Egipto.

Lo que sucedió, el encuentro macabro con el "Hermano Terrible", las pruebas de fuego, aire, agua y tierra, que puede ser constatado por cualquier iluminado en las Memorias de la Naturaleza.

En la prueba de Fuego hube de controlarme lo mejor que pude cuando atravesé un salón en llamas; el piso aquel estaba lle paso entre aquellos tirantes de hierro ardiente, apenas sí había espacio para poner los pies; por aquellos tiempos muchos aspirantes perecieron en este esfuerzo.

Todavía recuerdo con horror aquella argolla de acero enclavada en la roca; al fondo se veía tenebroso el horroroso precipicio; sin embargo salí victorioso en la prueba de aire; allí donde otros perecieron yo triunfé.

Han pasado muchos siglos y todavía no he podido olvidar a pesar del polvo de tantos años aquellos cocodrilos sagrados del lago; si no hubiera sido por las conjuraciones mágicas, habría sido devorado por aquellos reptiles como siempre sucedió a muchos aspirantes.

Innumerables desdichados fueron triturados y quebrantados por las rocas en la prueba de tierra, mas yo triunfé y vi con indiferencia dos moles que amenazaban mi existencia cerrándose como para reducirme a polvareda cósmica.

Ciertamente yo no soy más que un mísero gusano del lodo de la tierra, pero salí victorioso. Así en verdad fue como retorné al sendero de la Revolución de la Consciencia después de haber sufrido mucho.

Fui recibido en el Colegio Iniciático, se me vistió solemnemente con la túnica de lino blanco de los sacerdotes de Isis y en el pecho se me colocó la cruz Tau epipcia.

Doctrina Gnóstica develada por Samael Aun Weor

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